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Los colombianos detrás de la primera vacuna contra el dengue

Los aportes de estos tres científicos fueron fundamentales para la investigación que concluyó con uno de los mayores avances del año.

Angélica María Cuevas Guarnizo
07 de diciembre de 2014 - 02:00 a. m.
/ Luis Ángel
/ Luis Ángel

En menos de treinta años esos dos pequeños mosquitos transmisores del dengue, el Aedes aegypti y el Aedes albopictus, se han convertido en una amenaza para la mitad de la población mundial. Su migración, fuera de las selvas, ha transformado el virus en la más temida de las enfermedades tropicales. Al menos 2.500 personas están en riesgo de contraerla, sin que hasta ahora hubiera existido una solución capaz de detener su avanzada.

Este año la carrera por encontrar una vacuna contra el dengue escribió uno de sus capítulos más importantes. En noviembre pasado la farmacéutica Sanofi-Pasteur anunció que, tras dos décadas de investigaciones, el laboratorio había concluido los estudios que comprobaban que en América Latina su vacuna candidata era eficaz para prevenir en el 60,8% el contagio de cualquier tipo de dengue y además reducía en 80,3% el riesgo de hospitalizaciones. En otras palabras, le contaron al mundo que a finales de 2015 esta solución podría estarse comercializando en los países endémicos, principalmente en el sudeste de Asia y el trópico de América.
El aporte de Colombia, y de tres de sus más reconocidos investigadores, fue clave para conseguir el avance. Las condiciones geográficas del país, que permiten la reproducción de los cuatro serotipos del dengue, unida a la amplia experiencia de científicos como José Gabriel Carrasquilla Gutiérrez, Humberto Reynales Londoño y Luis Ángel Villar Centeno, expertos en el estudio de enfermedades tropicales, facilitaron la decisión de convertir a seis ciudades colombianas en nodo del estudio clínico para poner a prueba la eficacia de la vacuna experimental.

Desde los centros de investigación que dirigen, los tres científicos asumieron el reto de crear redes de investigación en nueve ciudades del país y, apoyados en instituciones públicas de salud y gobiernos locales, lograron convocar a 10.000 voluntarios a participar en el experimento clínico más grande que se haya realizado en Colombia.

Carrasquilla, doctor en epidemiología y salud pública de la Universidad de Harvard y director del Centro de Estudios e Investigaciones en Salud de la Fundación Santa Fe (Bogotá) se fijó junto a su equipo de médicos, enfermeras y bacteriólogos en Girardot (Cundinamarca) y el Eje Cafetero, exactamente en los municipios de La Tebaida, Calarcá, Montenegro y Armenia (Quindío).

El magister en epidemiología de la Universidad Javeriana, Luis Ángel Villar, director del Centro de Investigaciones Epidemiológicas (CIE) de la Universidad Industrial de Santander, concentró esfuerzos en Bucaramanga, y Humberto Reynales, doctor en medicina preventiva de la Universidad de São Paulo (Brasil) fue quien coordinó el trabajo en Acacías (Meta) y Aguazul y Yopal (Casanare).

De los 20.869 niños y adolescentes, de Brasil, Colombia, México, Honduras y Puerto Rico que participaron en este segundo estudio de efectividad, Colombia entregó casi la mitad de la muestra.

No era fácil coordinar el seguimiento de esa cantidad de voluntarios. La tarea necesitaba un seguimiento semanal a cada individuo, que se extendía por 25 meses. Si los niños no llegaban a los controles, las enfermeras hacían correría hacia las casas. Los investigadores cuentan que la respuesta de las familias al estudio fue tremendamente positiva. Los papás y los voluntarios se comprometieron con la investigación. La gente en las regiones sabe que el dengue es una enfermedad grave y están dispuestos a ayudar para encontrar una solución, pues muchos se enfrentaron la muerte de seres queridos con la epidemia de 2010.

Ahora que se acerca la posible introducción de la vacuna al país, los tres científicos coinciden en que este paso requiere cautela. Bien dice Gabriel Carrasquilla: “Ninguna vacuna va a acabar con el dengue. Esta solución aparece como una estrategia más de prevención. Colombia tendrá que reforzar las campañas para que la gente no deje de utilizar mosquiteros ni deje de eliminar las fuentes de agua donde se reproducen los vectores”.

* Redactora de El Espectador

Por Angélica María Cuevas Guarnizo

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