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Mooncup, una alternativa ecológica durante el ciclo menstrual

La copa vaginal hace las veces de toalla higiénica o tampón. Una opción saludable, higiénica y sostenible con el medio ambiente.

Redacción Vivir
13 de mayo de 2014 - 06:17 p. m.
Mooncup, una alternativa ecológica durante el ciclo menstrual

Una mujer utiliza, en promedio, 17 mil toallas higiénicas durante su vida. Se estima que 8 millones terminan en las aguas residuales de cada país. Así que las soluciones para las mujeres, durante su menstruación, se convierten en un problema. A parte de contaminar el medio ambiente, las toallas y los tampones irritan la piel, huelen mal y tienen químicos que alteran el ciclo menstrual. Sin duda, una alerta roja, tanto ecológica como médica.

De hecho, los tampones causan síndrome de choque tóxico, una infección rara y de vez en cuando mortal del Staphylococcus Aureus. Ya existen 40 casos al año en el Reino Unido y dos de cada tres resultan fatales. La mitad de esas infecciones se asocian al uso del tampón, lo que da motivos para pensar en nuevas alternativas.

Los tampones comerciales son un objeto blanqueado con cloro. Además absorben la humedad, desecan los mecanismos autolimpiadores naturales de la vagina, dejándola propensa a aftas y vaginosis, que son infecciones bacterianas realmente olorosas. La vaginosis también, si no se trata a tiempo, puede conducir a infecciones durante y después del parto.

Si en un ciclo menstrual se utilizan de 10 a 20 toallas higiénicas, la copa vaginal o mooncup puede durar hasta 8 años, casi igual a una válvula para el corazón. Además de recolectar tres veces más, la copa menstrual es sostenible con el medio ambiente. Está elaborada con silicona hipoalergénica que es más segura porque no contiene productos dañinos para el cuerpo. Además, evita pérdidas y olores desagradables. Sumado a esto, está disponible en dos tallas según la edad.

Las tazas menstruales, hechas de látex, han existido desde mediados de los años 30. Sin embargo, este modelo es usado, entre otras cosas, para las válvulas de los trasplantes de corazón, apareció en el mercado hace cuatro años.

Luce como una especie de embudo. Tiene 5 cm de largo, forma un ligero sellado con las paredes vaginales y puede absorber hasta 30 ml de líquido cada vez que se emplea. Esto equivale a un tercio del total del flujo menstrual medio y tres veces la cantidad que un tampón puede absorber.

Es reutilizable. Con las manos limpias, se vacía, se enjuaga o se limpia (si no se dispone de agua a la mano). Se introduce tan a menudo como un tampón. Finalmente, entre ciclo y ciclo, se puede hervir en agua, limpiar con líquidos esterilizadores o con detergente lavavajillas. Una vez hecho esto, se guarda para el siguiente mes.

La reacción inicial puede ser chocante porque se trata de un proceso que parecería engorroso. Pero esta copa es un medio para no contaminar el organismo con sustancias que pueden causar problemas de alergia y hormonales porque no contiene geles absorbentes o desodorantes ni blanqueadores. De manera que no interfiere con el delicado entorno vaginal, ni absorbe las defensas naturales de la piel o deja fibras en la pared vaginal.

De acuerdo con una usuaria, la copa puede costar entre $40.000 y $70.000. Aún el negocio es incipiente. De ahí que se deba pedir por encargo a ciudades como Medellín, Manizales o por fuera del país. Se puede llevar durante la noche y a la hora de practicar deportes (incluso en piscina).

Ya las empresas de productos higiénicos están bien posicionadas en todo el mundo. Tal vez la copa le haga frente a estas multinacionales, a los tóxicos que los productos contienen y al desperdicio que generan. “Además, es una resistencia a los discursos que dicen que la regla es sucia”, dijo una compradora.

Sí, la copa invita a ver la sangre, a vaciarla, a tocarla. En consecuencia, se convertir la feminidad en algo propio que dejó de ser pecaminoso y tabú desde hace tiempo. Y que, también, tiene un ingrediente que le apuesta al medio ambiente.

Por Redacción Vivir

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