La periodista que puso el pecho

Es víctima y ahora símbolo de la cruzada contra las cirugías plásticas mal practicadas.

Catalina Ruiz-Navarro *
11 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.
Cristian Garavito - El Espectador
Cristian Garavito - El Espectador

La foto de la periodista Lorena Beltrán en la portada de El Espectador es el desnudo más revolucionario que se ha visto en los últimos años en Colombia. En la foto, Beltrán muestra con honor las cicatrices que le dejó el cuestionado médico Francisco Sales Puccini, después de una cirugía de reducción de busto en el 2015. Las cicatrices que hoy lleva Beltrán le atraviesan los senos y rodean el pezón, y tienen aproximadamente un centímetro de grosor. Son el testimonio de cómo un médico irresponsable puede atentar contra la identidad y la salud física, mental y emocional de sus pacientes.

Una semana después de la operación, Beltrán notó un pezón necroso, falta de sensibilidad en el busto y una cicatriz que no se curaba. Sales Puccini le dijo que era normal y le recetó una droga dermatológica que dificulta la cicatrización y causa depresiones. A las heridas le dijo que les aplicara gelatina sin sabor. Por supuesto, la situación de Beltrán empeoró, y cuando acudió a otro especialista se dio cuenta de que el proceder de Sales Puccini era totalmente irregular.

Entonces Beltrán hizo lo que toda periodista tendría que hacer: investigar. Descubrió que Sales Puccini era miembro de una dudosa organización de médicos que, en vez de una especialización idónea (que debe durar al menos cuatro años), tenían unos cursos de menos de un mes realizados en universidades de Brasil. Entre ellas la universidad Veiga de Almeida, a donde asistió Sales Puccini para certificarse como cirujano plástico. Los cursos, que no son aceptados como especialización para practicar cirugías cosméticas en Brasil, sí fueron convalidados por el Ministerio de Educación en Colombia como si fueran especializaciones. De esta manera, Beltrán descubrió que estos cirujanos operaban legalmente en el país sin tener las calificaciones necesarias, y que ella no había sido la única víctima de estos matasanos. Esperanza Duarte tuvo que amputarse ambos senos por una infección y Marianelly Ibáñez murió tras una liposucción. Ambas eran pacientes de Francisco Sales Puccini. Ellas entre muchas otras.

Luego de denunciar formalmente y ante los medios de comunicación, Beltrán lideró la campaña #CirugíaSeguraYA, para exigir al Congreso que pase un proyecto de ley que regule las cirugías plásticas en el país, pues las cirugías inseguras cobraron la vida de 12 personas este año y al menos 140 sufrieron daños en su rostro y cuerpo. La campaña alcanzó reconocimiento internacional y la movilización en redes llevó a las víctimas que sufren en silencio deformidades en sus cuerpos a denunciar. También, gracias a #CirugíaSeguraYA, la Defensoría del Pueblo abrió un canal destinado a brindar atención oportuna a pacientes que quieren someterse a intervenciones y a quienes ya fueron víctimas. La campaña también fue reconocida por Mintic con el Premio Nacional a la Movilización Social Digital en la Categoría Salud, un premio que celebra el talento de quienes usaron la tecnología para ofrecer soluciones creativas e innovadoras con impacto social.

Uno de los méritos de Beltrán es que logró estas cosas siendo fiel a su oficio, utilizando el método periodístico, y respondiendo a un compromiso por indagar y divulgar información de interés público. Su caso de éxito nos recuerda cómo el buen periodismo tiene impacto en la defensa de los derechos humanos y es la mejor defensa de aquellos grupos cuya voz ha sido marginada y un arma eficiente contra la corrupción, la mediocridad y la injusticia.

Lo que las víctimas esperan hoy es que el nuevo proyecto de ley para regular las cirugías no vuelva a hundirse en el Congreso. Los intereses son altos en un negocio tan lucrativo, así que no será un camino fácil hasta lograr la reglamentación. Pero Beltrán logró darles voz a miles de víctimas que callaban por miedo al estigma y a la revictimización al contar su historia, y las inspiró para acudir a mecanismos formales de denuncia y para armarse de valor y exigir al Estado, en concreto a los ministerios de Salud y Educación, que en el país se den las condiciones para que cualquier persona pueda hacer las intervenciones que quiera en su cuerpo sin tener que poner en riesgo su salud o su vida. El torso desnudo de Beltrán es una imagen icónica que consiste en poner el interés público primero que la vanidad personal. Para eso se necesita una inmensa valentía.

* Columnista de El Espectador.

Por Catalina Ruiz-Navarro *

 

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