Senos envejecen más rápido

Científicos descubren que el ADN cuenta con un reloj interno que mide la edad de los órganos. Tejidos como el mamario envejecen más rápido que otros.

Redacción Vivir
21 de octubre de 2013 - 10:00 p. m.
Representación de la secuencia del código genético humano en el Museo de Ciencia de Londres.  / Joh-Goode
Representación de la secuencia del código genético humano en el Museo de Ciencia de Londres. / Joh-Goode

¿Por qué nuestros cuerpos envejecen? ¿Es posible frenar ese proceso? Un estudio de la Universidad de California en Los Ángeles (Estados Unidos), encontró que existe un reloj biológico incorporado en nuestro genoma que tendría las respuestas a tales preguntas. Este reloj interno es capaz de medir con precisión la edad de órganos, tejidos y tipos de células, y arrojar datos como este: algunas partes, como el tejido de los senos de una mujer, envejecen más rápido que el resto del cuerpo.

“El tejido mamario sano es de dos a tres años mayor que el resto del cuerpo de una mujer —explicó Steve Horvath, profesor de genética humana en la Escuela de Medicina de la U. de California—. Si una mujer tiene cáncer de mama, el tejido sano cerca del tumor es en promedio 12 años más viejo que el del resto de su cuerpo”. Estas conclusiones podrían explicar por qué el cáncer de mama es el más común en las mujeres y por qué la edad es un factor de riesgo para muchos tipos de cáncer en ambos sexos.

“Mi meta con la detección de este reloj es ayudar a los científicos a mejorar su comprensión de qué acelera y ralentiza el proceso de envejecimiento humano”, señaló Horvath, uno de los líderes del estudio publicado en la última edición de la revista Genome Biology.

Para llegar a estas conclusiones los investigadores evaluaron el ADN de casi 8.000 muestras de 51 tipos de tejido y células del cuerpo y además se concentraron en observar cómo la metilación, un proceso natural que modifica químicamente el ADN, varía con la edad. Encontraron, por ejemplo, que el reloj biológico corre a una velocidad acelerada durante las primeras dos décadas de vida, luego se ralentiza y mantiene un ritmo continuo. “El tictac del reloj no es constante —explicó Horvath—. Es mucho más rápido cuando nacemos y durante el crecimiento de los niños a adolescentes, y luego disminuye a un ritmo constante al llegar a los 20”.

Una de las grandes incógnitas que siguen reinando es si el reloj biológico controla un proceso que conduce al envejecimiento. “Si es así, el reloj se convertirá en un biomarcador importante para el estudio de nuevos enfoques terapéuticos para mantenernos jóvenes”, señaló Horvath.

Por Redacción Vivir

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