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Una vida para comerse cinco elefantes

Durante un año un equipo de antropólogos, biólogos y diseñadores prepararon un viaje interactivo para hacer reflexionar a los colombianos sobre el acto de comer.

Pablo Correa
07 de junio de 2015 - 02:00 a. m.
La exposición “Comer” fue inaugurada esta semana y estará abierta al público hasta octubre en Parque Explora de Medellín. / Óscar Pérez - El Espectador
La exposición “Comer” fue inaugurada esta semana y estará abierta al público hasta octubre en Parque Explora de Medellín. / Óscar Pérez - El Espectador

En una esquina de la exposición que esta semana se inauguró en el Parque Explora de Medellín hay un letrero que dice: “Una sola persona puede consumir alrededor de 27.216 kilos de alimentos en toda su vida. Esto equivale a cinco elefantes”. Cinco elefantes. La cifra se queda pegada en la memoria.

Más adelante, en otro pasillo, es inevitable no ser devorado por una serie de fotografías inmensas tomadas por un fotógrafo norteamericano, Peter Menzel, quien le dio la vuelta al mundo con un plan muy concreto: fotografiar familias de 24 países posando junto a la comida que consumen en una semana. “Son imágenes que hablan de política, de religión, de economía y de ecosistemas”, dice Mariana Fajardo Arboleda, bióloga y quien formó parte del equipo a cargo de la investigación que sustenta esta exposición.

Comer es un exquisito trabajo de museología y museografía, un reto por traducir la ciencia y la cultura de la comida en un experimento visual. A veces los visitantes son confrontados: ¿dónde nació el café? En Etiopía. ¿Gracias a quién existen los mangos? A las moscas que son el principal polinizador de estos árboles.

Otras veces la exposición permite jugar. Sobre una pared cuelgan instrumentos de cocina, todos los que el equipo de producción encontró en tiendas de Medellín. Usted tendrá que probar qué tanto sabe. ¿Ese sirve para separar las pepas de un limón o la yema de un huevo?

“Todos los seres vivos se alimentan, pero el único que cocina es el hombre”, recuerda Julián Estrada Ochoa, antropólogo y asesor del Parque Explora. “Lo que queremos es sensibilizar a los visitantes sobre el acto humano de comer”, añade a la conversación el también antropólogo Germán Negrete Andrade, quien junto con Mariana Fajardo comandaron la investigación.

La exposición interactiva, que puede disfrutar con la misma intensidad un niño, un adolescente o un adulto, está construida sobre seis ejes: la importancia del fuego en la evolución humana, la ciencia detrás de nuestro dominio de los alimentos, la relación de la comida y los ecosistemas, la tecnología y los utensilios, la economía de la comida y, por último, las dietas que inventan las comunidades de acuerdo con sus posibilidades. ¿Las hojas de piñón de oreja se comen o no? ¿Y esas que llaman mafafa?

Un grupo del Parque Explora, comandado por Juan Jaramillo, viajó a cuatro regiones de Colombia con cámara de video al hombro. En una pared se proyecta el resultado audiovisual: dos mujeres campesinas de Sutamarchán, Boyacá, enseñan a preparar el cocido boyacense; una de las abuelas de la comunidad de San Basilio, Bárbara Herrera, explica el secreto culinario para lograr una buena bola de maní; Aura Serna, de la Comuna 3 de Medellín, revela la receta de unos fríjoles verdes; y desde Karmaturrúa, pueblo de los embera-chamí, llega una lección de cocina sobre la B’olla.

Las costumbres y los ecosistemas también están encriptados en las envolturas de los alimentos. En Colombia, recuerda Estrada, se han contabilizado más de 130 hojas que se utilizan en más de 70 diferentes envolturas útiles en la manipulación, preparación y transporte de alimentos. Un buen número fueron recreadas por los investigadores. Son “origamis de clorofila”, dice el antropólogo.

“Queremos también que el visitante se vaya con una pregunta: Si somos 7.500 millones de personas y los recursos son limitados, ¿cómo vamos a producir la comida?”, comenta Mariana Fajardo. Un módulo de la exposición aborda ese problema. ¿Tendremos que reproducir las células de la naranja en un laboratorio para preparar jugo? Quizá. La comida de laboratorio ya es una realidad.

Ahí mismo en Medellín, cerca del Parque Explora, la investigadora Lucía Atehortúa, del grupo de investigación en Biotecnología de la U. de Antioquia, convirtió el laboratorio en una cocina. Su grupo ya tiene patentado una variedad de cacao producida entre tubos de ensayo. También trabaja en buscar un nuevo futuro para el chontaduro, la papa, la caña de azúcar y la palma africana. Sin contar las microalgas que pululan en su laboratorio.

Uno se va satisfecho de la exposición. Con la mente llena de nuevas ideas. Vale la pena pasar por allí. Y algo más: no olvide que los perros no pueden comer chocolate: podría causar su muerte.

Retratos de familia

Peter Menzel, un fotoperiodista estadounidense, emprendió hace algunos años un viaje que lo llevó por 24 países. Durante la travesía, que luego quedó consignada en el libro Hungry Planet: What the World Eats (2005), retrató a 30 familias junto a los alimentos que consumían a lo largo de una semana. También calculó con ellas el costo total de cada comida.

Menzel es uno de los invitados a la exposición Comer. Vea acá más info.

Por Pablo Correa

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