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Víctimas de las roscas

Cada médico que ha intentado especializarse tiene una historia sobre lo mal que funcionan las cosas. Todos los relatos coinciden: la mayoría de los cupos se asignan a dedo.

Pablo Correa
12 de octubre de 2013 - 09:00 p. m.
Carolina Corcho, presidenta de la sede Bogotá de la Asociación de Internos y Residentes, cree  que es inconveniente que los hospitales puedan formar especialistas. / Luis Ángel - El Espectador
Carolina Corcho, presidenta de la sede Bogotá de la Asociación de Internos y Residentes, cree que es inconveniente que los hospitales puedan formar especialistas. / Luis Ángel - El Espectador

Estamos haciendo un artículo sobre educación médica en Colombia y sobre los pocos cupos que hay para formar nuevos especialistas. Nos gustaría saber qué opinan los médicos y qué información tienen sobre las ‘roscas’ en algunas especialidades”. Fue cuestión de publicar ese mensaje en la página de Facebook de algunos periodistas de El Espectador para que comenzaran a escribir amigos médicos y amigos de amigos que han sufrido las injusticias del sistema de “residencias”, como se les dice en el argot médico a los posgrados.

Carlos Martínez, un bumangués que logró el tercer puntaje más alto del país en las pruebas del Icfes y más adelante uno de los estudiantes de medicina más brillantes de la Universidad Industrial de Santander, con el puntaje más alto de las pruebas Ecaes de medicina en Santander, fue uno de los primeros en confirmar que en Colombia no funciona la meritocracia a la hora de estudiar una especialización: “No hay reglas claras para entrar a los posgrados. El ingreso es a dedo en muchos de ellos. Usted puede tener un excelente examen y hoja de vida, y nunca entrar”. Antes de lograr un cupo en la Universidad El Bosque se presentó en otras cuatro universidades que lo rechazaron a pesar del excelente puntaje en el examen de admisión.

Gloria*, una médica graduada de la Universidad de la Sabana que prefiere ocultar su nombre verdadero, tuvo menos suerte. Desde que se graduó en 2004 hasta hoy se ha presentado a más de 10 concursos de admisión a posgrados de oftalmología. En la Clínica Barraquer no pasó, a pesar de tener uno de los puntajes más altos, porque dos de los cuatro cupos se los asignan a extranjeros. Es un secreto a voces que los profesores de muchas universidades buscan estudiantes que no se queden en la misma ciudad haciéndoles competencia.

En la Universidad del Rosario obtuvo uno los cinco puntajes más altos, pero curiosamente ese año declararon vacía la elección. Según le dijeron, porque ninguno de los más de 50 candidatos “tenía experiencia en investigación”. Colombia, vale la pena aclarar, no es una potencia en investigación en este campo. La declaración de convocatorias como desiertas es uno de los mecanismos más comunes entre los docentes de varias especialidades médicas para controlar el número de graduados. Cansada de esfuerzos inútiles, decidió abandonar su sueño y comenzó a trabajar en terapias alternativas como acupuntura.

Unas especialidades tienen peor fama que otras. El caso de la cirugía plástica es paradigmático. Todos coinciden en que se trata de un gremio cerrado que ejerce un riguroso control sobre quién entra y quién no. Érika Chaverra, una médica caleña que intentó estudiar cirugía plástica en varias universidades, dice que en muchas de ellas los cupos ya están separados para unos “elegidos” hasta con dos años de anticipación.

Carolina Corcho, presidenta en Bogotá de la Asociación Nacional de Internos y Residentes, culpa de todo esto al Gobierno: “No tienen claro lo que quieren. Como nunca hemos tenido un Estado capaz de regular la educación médica, entran a jugar todo tipo de intereses particulares. Es la ley de la selva”. Y añade que la solución que está planteando el Gobierno de otorgarles a los hospitales la posibilidad de formar especialistas sólo va a empeorar las cosas: “Los gremios seguirán influyendo en la formación médica porque muchos son dueños de esas clínicas y hospitales, están en las juntas directivas. Además no cuentan con la vocación para educar”.

Ante este panorama, han surgido propuestas interesantes como la de José Ignacio Zapata, director del Instituto de Ortopedia Infantil Roosevelt, quien cree que se debería organizar un sistema en el que todos los aspirantes presenten un mismo examen y los mejores puntajes, en orden descendente, escojan la universidad que prefieran hasta que se completen todos los cupos.

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Por Pablo Correa

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