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Ai Weiwei, de Pekín a París

Escultor, arquitecto, fotógrafo, bloguero, twittero, activista político perseguido por el gobierno y por el fisco chinos; apasionado de formas de comunicación directa, las redes sociales, es ante todo un artista conceptual que ha escogido la China contemporánea como fuente de inspiración para su inmenso trabajo.

MH Escalante, colaboradora de Soyperiodista.com
28 de febrero de 2012 - 05:07 p. m.

Entre el famoso artista contemporáneo Ai Weiwei y yo, simple ciudadana del mundo, hay una distancia. Como la que existe entre China y Colombia. Pero, una afinidad nos acerca: nuestra fascinación por Pekín. La suya es su vida. Allí nació Ai Weiwei hace 55 años. La mía, un regalo que me dio la vida.

Al observar su autoretrato «dejar caer una urna perteneciente a la Dinastía Han» (1995), un tríptico que hace parte de la retrospectiva fotográfica que le dedica desde febrero y hasta abril de 2012 el Jeu de Paume en París, pienso que yo, como Ai Weiwei, rompí la misma urna al llegar Pekín.

Ai Weiwei, escultor, arquitecto, fotógrafo, bloguero, twittero, activista político perseguido por el gobierno y por el fisco chinos; apasionado de formas de comunicación directa, las redes sociales, es ante todo un artista conceptual que ha escogido la China contemporánea como fuente de inspiración para su inmenso trabajo.

Pekín es un centro de gravitación. El gesto inmortalizado por Ai Weiwei en ese tríptico, dejar caer una reliquia de sus manos, mostrarla en el vacío y luego hecha trizas a sus pies, transmite el estetismo que caracteriza al artista pekinés. El paso simbólico del mundo antiguo al contemporáneo a través de la destrucción provocada de una urna de la Dinastía Han, representa el cambio que se opera en la China del Siglo XXI, y en el cual Ai Weiwei participa activamente, como artista y como ciudadano . El es uno de los arquitectos del famoso « Nido de pájaro », el estadio de los Juegos Olímpicos de Pekin 2008, el nuevo emblema de la ciudad.

Un letrero a la entrada de la retrospectiva que le dedica el Jeu de Paume en París lo dice : «Centrado en la fotografía y en el video, Ai Weiwei revela ser un verdadero sismógrafo de los sujetos de actualidad y de los cambios sociales y económicos que experimenta hoy la sociedad china».

Yo, al igual que el artista sentí la necesidad de fotografiar paisajes urbanos ultramodernos de la ciudad. « Pekín es el resultado de un encuentro de culturas en permanente evolución, que se mueven en un vaivén del pasado hacia el futuro sin saber a ciencia cierta hacia donde van », leí en una guía de turismo que al final no me sirvió para gran cosa a la hora de afrontar las calles de Pekín.

Mis fotos de transeúnte distan por supuesto de la calidad de la fotografía documental de Ai Weiwei. Pero yo como él, escogí un puente peatonal para observar el ir y venir de los miles de vehículos Volvo, Suzuki, Toyota, Citroën y BDY (la marca nacional), que hoy invaden las anchas y largas avenidas de Pekín.
 

Cuando esperaba en un paradero el primer bus que me llevara a Dashanzi 798, un complejo industrial construído por la Alemania del Este en los años 60, hoy tranformado en un sinnúmero de talleres y galerias ocupados por la nueva generación de artistas contemporáneos, un joven pekinés me explicaba que la red de buses de Pekín estaba constituída por 999 rutas. El número determina la distancia que cada una debe recorrer. Asi, la ruta 1 va desde el punto cero situado en la Plaza Tian’Anmen, ( Plaza de la puerta de la paz celestial ), hasta unos kilómetros más allá, el « Mercado de la Noche ». La ruta 999 en cambio, irá desde ahí hasta los confines de Pekín, atravesando los diez y siete mil kilómetros cuadrados de su superficie.
 

En las fotografías de Ai Weiwei se percibe la inmesidad de Beijing, «La Capital del Norte», extendida hacia el infinito. Yo atravesé sus seis anillos, los seis periféricos circulares que envuelven a Pekín, alejando su corazón histórico, la Plaza Tian ‘Anmen y la Ciudad prohibida, de los centenares de barrios que ahora brotan en forma de nudos de edificios en ese terreno vasto, arenoso, plano y amarillento, el color que predomina en la ciudad.

Las fotografias de Ai Weiwei dan cuenta de un pasado urbano que va quedando atrás. Decenas de máquinas demoledoras y de gruas que hoy se ven por toda la ciudad nos lo recuerdan. Son ellas las que a cada minuto tumban los muros de los Hutongs, los viejos barrios pekineses. Cada día desaparece una calle antigua en Pekín.

Es ahí en esos lugares en donde talvez nace la melancolía de Ai Weiwei. Sus fotografías son el testimonio de un mundo que se destruye porque ya no se podría vivir más en él, para darle paso a un mundo que se construye pero en el que tampoco se está seguro de poder vivir bien. Yo sentí la misma melancolía de Ai Weiwei en las callejuelas de un Hutong semidestruido de Pekín.

Al romper la urna de la Dinastia Han, Ai Weiwei, con una cultura milenaria en sus genes, ejecutó el mismo rito de sus antepasados los Taiping, los Boxer, los Maoistas. Ese gesto pudo ser también el de Mao Tsé Toung, la figura que acompañó su infancia. El gobernante que envió a los campos de Gobi a su verdadero padre, el poeta chino Ai Qing.

A bientôt
Por MH Escalante, colaboradora de Soyperiodista.com

Por MH Escalante, colaboradora de Soyperiodista.com

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