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El fallo es un exabrupto

Al exabrupto del fallo no puede añadirse un exabrupto mayor: la posibilidad de desconocerlo.

Por Elsa Tobon, colaboradora de Soyperiodista.com. Nueva York
22 de noviembre de 2012 - 11:36 p. m.
EL ESPECTADOR / EL ESPECTADOR
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Al exabrupto del fallo no puede añadirse un exabrupto mayor: la posibilidad de desconocerlo.

El llamado a hacerlo por el expresidente Uribe es extremadamente irresponsable. La ola de juristas, analistas y funcionarios de alto nivel que le hacen eco es más irresponsable aún. Es una actitud que conduce a aquellos tiempos oscuros y antiguos en que no existía la separación de poderes y la resolución de conflictos descansaba, por lo general, en el soberano. Olvidan todos ellos que el sistema judicial se instituyó precisamente para evitar esos desafueros. Desconocen que lo hace con fundamento en leyes existentes y para evitar conflictos. Ignoran que las leyes existen porque otro cuerpo, casi siempre el legislativo, se encarga de hacerlas. Y borran de un manotazo brutal la función del ejecutivo: cumplir y hacer cumplir las leyes y las decisiones judiciales.

Interpretaciones similares llevaron a gobernantes y a notables a patrocinar grupos de justicia privada, con desarrollos que están frescos en nuestra memoria y que nos han hecho perder a toda una generación de colombianos, bañándonos en sangre y pasando una costosa factura social, moral y económica que se come todo recurso disponible y que tardaremos años en pagar, si es que acaso podemos hacerlo.

Aclaro: el fallo es para mí un exabrupto no por los kilómetros de mar y de espacio aéreo que perdimos, que son considerables. Lo es porque olvidó que somos dos naciones amigas, que con independencia de la orientación del gobierno de turno estamos unidas por vínculos más profundos: por una población que tradicionalmente ha vivido del mar. Esa fue la pequeña ‘bobadita’ que pasaron por alto: Los pescadores de ambos países que derivan su sustento de la pesca artesanal y que han quedado a la deriva, a lo que uno u otro gobierno decidan. Se quedaron cortos en esto, que tiene profundas repercusiones en lo económico y social.

Desconocer el fallo no soluciona el problema. Nos enfrenta a uno peor, del cual el mejor ejemplo es el conflicto árabe-israelí, dolorosamente en primera plana. Ese es el mejor, no el único ejemplo de eternas disputas y guerras insolubles. Recordemos que los conflictos no solo afectan a las capitales de los países, ni a los políticos. Afectan, en proporciones inimaginables para ellos, a las poblaciones que tienen que vivir con ellos. Que los soportan y sufren día a día. Poblaciones en su gran mayoría trabajadoras y pobres, olvidadas por unos y otros. Es bueno tener en cuenta que Nicaragua también tiene pescadores que obtienen su sustento del Mar Caribe.

La única salida civilizada es decir en voz alta y clara que éste y todos los fallos se acatan y se respetan, aún cuando no se esté de acuerdo con ellos. Ello no impide los estudios para entender este fallo en particular ni para solicitar aclaraciones sobre los numerosos puntos oscuros que tiene. Tampoco frena la consideración de otras salidas dentro del marco de la ley y del respeto. Ni es un obstáculo para iniciar conversaciones con el gobierno nicaragüense en bien de los pescadores de ambos países, sin lanzar ofensas, en un marco de cordialidad. Los nuestros necesitan el mar. Ellos requieren los cayos. Hay que ‘caminar’ hacia un acuerdo que rescate esos lazos de fraternidad y de economía. 

Apología del delito

La irresponsabilidad de pedir el desconocimiento de la decisión de la Corte Penal Internacional debería ser causal para iniciar un juicio penal contra quienes la promulgan, y/o suspender las columnas de opinión de quienes se atreven a asumir dicha postura por lo dañina que ella es. Es una apología del delito, una incitación a hacer justicia por mano propia. Lleva a que la sociedad civil, generalmente desinformada y algunas veces ignorante, haga eco de tales desacatos cuando sus intereses se ven afectados.

La democracia se construye cuando respetamos las leyes y las decisiones judiciales. De eso se trata la civilización. De tener la libertad de acudir a la justicia aceptando la siempre presente posibilidad de tener un fallo en contra. De recordar siempre que existen tres puntos de vista: el suyo, el mío y el del juez, así éste se oriente solo por la ley, como creen algunos, o por la política, como creemos otros. La política es y será inseparable de la ley. El llamado es que cumplamos con nuestro deber de ilustrar a nuestros conciudadanos acerca de la importancia de actuar dentro de la ley. Y cuando sea necesario actuar en contra de ella por injusta, hacerlo dentro de su propio marco: usando los mecanismos que ella permite. De ninguna manera por fuera de ellos.

Por Elsa Tobon, colaboradora de Soyperiodista.com. Nueva York.

Por Por Elsa Tobon, colaboradora de Soyperiodista.com. Nueva York

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