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Abismo

Javier Moreno
07 de junio de 2013 - 08:52 p. m.

“Abismo andino” es un juego de mesa sobre la guerra en Colombia durante los noventa y principios de los dos mil. Es un juego de estrategia asimétrico que intenta capturar las relaciones complejas entre los diferentes actores y la población en medio del conflicto.

En el juego, cada uno de los cuatro bandos (gobierno, guerrillas, autodefensas y narcotraficantes) tiene sus propios objetivos y confronta a sus oponentes (o colabora con ellos) para aprovechar circunstancias puntuales representadas por cartas que describen personajes y momentos todavía frescos (cuando no vivos) de nuestra historia (algunos brutalmente dolorosos). El juego enfatiza el carácter político de la guerra contrainsurgente mucho más que el militar. El botín principal es el apoyo (o tolerancia) popular que garantiza el control de recursos y demás. Como todo juego simplifica, abstrae y tiene algunas imprecisiones y sesgos, pero es notable el esfuerzo de su diseñador, Volko Ruhnke, por documentarse y escapar de las dicotomías fáciles que abundan al hablar de la violencia colombiana. Tal vez por esto mismo es un juego duro y, en ocasiones, incluso escalofriante. 

Juegos como “Abismo andino” causan escozor natural. Los espejos no son halagadores (y es peor cuando enfocan nuestras vergüenzas). Cualquier representación (especialmente si es extranjera) de horrores todavía tan presentes es por lo general tomada como una afrenta contra aquellos que tienen heridas abiertas o por abrir. Un argumento es que su (¿nuestro?) dolor merece respeto y enmarcarlo en un juego (un producto de entretenimiento) necesariamente lo irrespeta (esto por no hablar del manido “buen nombre del país” o su reencarnación en “marca”). Los juegos son percibidos como ridiculizaciones trivializantes y cínicas motivadas sólo por el ocio. Aunque creo que este juicio es erróneo, confieso que por momentos, durante la partida, sentí que jugaba (en el mal sentido) con los muertos. Es imposible estudiar las consecuencias dentro del juego de la carta dedicada al asesinato cantado de dos fiscales en Cúcuta en 2001 (María del Rosario Ríos y su reemplazo, Carlos Arturo Pinto) sin sentir por lo menos incomodidad.

Cuando a Ruhnke le preguntan qué busca con sus juegos, él dice que las discusiones sobre guerras tienden a colapsar rápidamente en monólogos intercalados y que los juegos al respecto, cuando están diseñados con cuidado, son una oportunidad para pensar las violencias desde perspectivas novedosas (las evoluciones de las estrategias, las motivaciones de los bandos, los combustibles que los alientan, etc.) y al tiempo contar con un contexto compartido donde sea posible intercambiar opiniones otra vez. Como las ciencias sociales, tal vez los juegos no cambien lo que pensamos, pero sí pueden cambiar cómo lo pensamos y articulamos. Sólo por eso conviene dejar a un lado las prevenciones y darle al “Abismo andino” una oportunidad. Necesitamos aprender a hablar de estas guerras sin matarnos. Es una tarea que hemos postergado demasiados años. 

http://finiterank.com/notas

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