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Abismos

Juan David Correa Ulloa
10 de enero de 2013 - 11:00 p. m.

Los sueños, la grieta entre lo real y lo etéreo, las manifestaciones sobrenaturales, la idea de que la vida y la muerte son una misma cosa y están atadas por un nudo imperceptible, son algunos de los temas de Baila, baila, baila, la novela de más reciente traducción del escritor japonés Haruki Murakami.

Esta no es una novela nueva, en cambio, fue publicada en 1988 en su idioma original, y cuando la leí sentí que, de muchas maneras, prefiguraba a Tokio Blues, la siguiente novela del escritor, muy exitosa y leída en Colombia y en el mundo. Y lo sentí porque aquí la música y el amor, además de una intriga bastante peculiar, son los goznes sobre los que rueda la historia.

El narrador, un escritor freelance, o “quitanieves cultural”, como él mismo se denomina, es un hombre de 34 años que un buen día despierta con la idea fija de regresar a un lugar donde conoció y amó a una mujer: el hotel Delfín, en Sapporo. De ahí en adelante, comienza a sumergirse en una aventura que tiene mucho de fantasmagórico. El viejo hotel Delfín, el de sus recuerdos, ha sido demolido y en su lugar, un moderno e impersonal Dolphin Hotel se alza arrogante. Pero por qué, se pregunta el hombre, han decidido conservar el nombre. Allí, en ese lugar, piensa, ha podido entender cómo todas las cuerdas de su existencia han estado unidas con las de los demás, de una manera que pocos perciben. La realidad siempre tiene más de una cara y él lo comprende cuando en uno de los pisos del hotel aparece el hombre carnero, una suerte de cancerbero que controla la puerta del mundo de los muertos.

Así, Yumiyoshi, una recepcionista de apellido extraño; Kiki, una prostituta que es el pasado que ancla los recuerdos; Yuki, una adolescente en crisis que se convierte en la compañera de viaje del narrador; Gotanda, un actor de comerciales y dramas fáciles en el cine; y una serie de personajes muy conseguidos y entrañables, conforman una trama que vincula asesinatos, recuerdos, vistas de diversas ciudades y un playlist muy ochentero —y setentero— que recuerda a un escritor muy consciente de su oficio, de la manera en que quiere contar sus historias y de los temas que lo han perseguido siempre.

Creo que todos, de una u otra manera, hemos sentido siempre que estamos en contacto con nuestra propia muerte, con el destino de lo que algún día llegaremos a ser, hasta desaparecer. Mientras tanto, dice el narrador, es preciso bailar y bailar, con los pasos que se sepan, para seguir atravesado este abismo que llaman vida.

Baila, baila, baila, Haruki Murakami, Tusquets.

 

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