Abjurando el chauvinismo, pero…

Mauricio Botero Caicedo
12 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.

El chauvinismo o patriotismo exagerado, que viene del apellido del francés Nicolás Chauvin, es, según la enciclopedia, la creencia narcisista, próxima a la paranoia y la mitomanía, de que lo propio del país o región al que uno pertenece es lo mejor en cualquier aspecto. En esencia son argumentos falsos que sirven para persuadir a la población (o a un grupo determinado de personas) mediante la utilización de sentimientos, muchos de ellos exacerbados, en vez de promover la razón y la racionalidad. Se utiliza generalmente por parte de políticos y medios de comunicación para condicionar la formación de expectativas. En estas épocas en que el populismo está sacando a relucir sus fauces, trátese de Trump en EE. UU, Podemos en España o Le Pen en Francia, resurge el chauvinismo, porque una de las principales características del populismo es el nacionalismo o “soberanismo”.

El autor de esta nota se declara enemigo acérrimo del chauvinismo. Es más, en varios artículos he puesto en evidencia que Colombia tiene una de las políticas de inmigración más torpes, miopes y cortoplacistas del mundo. Sin embargo, al país en ocasiones se le va la mano en abrirse de piernas con lo foráneo, abjurando en ocasiones la soberanía y entregando la potestad de los colombianos de decidir sobre su futuro. Es oportuno señalar algunos de estos casos:

-En la inmensa mayoría de los países, a las ONG extranjeras, especialmente aquellas que tienen fines políticos, se les limita su radio de acción. En Colombia, por el contrario, a ONG como Oxfam se les permite demandar ante la Corte e ir al Congreso para abogar por la creación o abolición de leyes que les convienen a ellas, pero que incumben exclusivamente a los colombianos.

-El país ha adoptado una equivocada política de copiar, con poco criterio y aún menos discriminación, los marcos legales y regulatorios de la OCDE. Ese copy & paste lo que ha logrado es entorpecer la actividad productiva y ayudar a la multiplicación de una burocracia parasitaria para aplicar una plétora de nuevas regulaciones. Simultáneamente, las diferentes y múltiples superintendencias son incapaces de controlar las libranzas y las fiduciarias anexas, auténticas orquestas para delinquir que han montado unos pícaros para engañar a medio país mientras los burócratas se dedican a traducir leyes foráneas.

-Una guerrillera holandesa, Tanja Nijmeijer, que no tiene nacionalidad colombiana —y que, según ella, tampoco la ha solicitado o se la han ofrecido—, se pasea oronda y lironda a lo largo del país haciendo afirmaciones disparatadas. Según ella, “soy guerrillera internacionalista de las Farc-ep y, como tal, voy a estar en la ZVTN durante 180 días, para ayudar en el proceso de reincorporación de las y los guerrilleros de las Farc-ep”. El sepulcral silencio del Ministerio sobre esta holandesa lo deja a uno atónito.

-El Acuerdo de Paz firmado tiene el carácter de tratado internacional y obliga al Estado a responder por los compromisos y obligaciones que adquiere ante instancias internacionales. En un abandono total de la soberanía, el Estado no sólo deja en manos de extranjeros la composición del Tribunal Especial para la Paz, sino que se coloca en la deplorable situación de negociar directamente con el abogado comunista español a sueldo de Noruega, Enrique Santiago, quien decide quién entra o no entra en la Jurisdicción Especial para la Paz.

 

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