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Abracadabra

Nicolás Rodríguez
16 de noviembre de 2012 - 10:12 p. m.

Cada que un escándalo como el de Yair Klein cobra vida, abre micrófonos e impone agenda, muchas son las verdades que se nos prometen. Y además definitivas, últimas.

En este caso, por ejemplo, se habló de la posibilidad de tener acceso al origen mismo del paramilitarismo. Algo así como el secreto mejor guardado, la mona que le falta al álbum, la foto que alterará para siempre (y por los tiempos de los tiempos) la historia sobre la violencia en Colombia.

Puesto así, en esos términos mágico-bíblicos, es natural que también se exija una fecha, un lugar, una hora. O mejor: un nombre. Ese que todos conocen pero nadie puede verbalizar. El impronunciable. Como en otros relatos que mercadean con la idea del mito fundacional, toda la ansiedad por saber qué fue lo que realmente ocurrió termina por concentrarse en un nombre. Y así, treinta o más años de enrevesada y violenta historia paramilitar vienen a depender de un solo ciudadano. De una cédula de ciudadanía.

Entre tanto, otros tipos de hacer historia que no le jalan a la narración en clave de abracadabra pierden adeptos. Pues no hay nada en las especificidades del paramilitarismo, con sus diferenciaciones regionales e impactos (también diferenciables) en poblaciones y comunidades, que se pueda reducir a un santo y seña. Es más, esto de querer encontrar en el presidente ganadero (el impronunciable o cualquier otro) a la figura individual que todo lo explica es un insulto a las víctimas.

De la expresión “presidente ganadero” habría que guardar, mejor, las ideas implícitas de unas élites y unos ganaderos. Y por ahí mismo se podría pasar, también, a unas instituciones y grupos comprometidos. Si hubo (y sigue habiendo) paramilitarismo, habría que defender esta otra forma de hacer memoria. Que será tediosa pero por lo menos no lleva a ninguna mitología. Por el contrario, con el fin de no mirar hacia adentro (o hacia sí misma), eso que los teóricos llaman “la sociedad” se ha acostumbrado a crear y buscar monstruos. A creer en monstruos.

 

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