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Acuerdo nuclear o guerra

Arlene B. Tickner
12 de agosto de 2015 - 02:27 a. m.

El Plan de Acción Comprensivo Conjunto (Jcpoa) acordado hace un mes entre el P5+1 e Irán promete reducir el programa nuclear de ese país a su mínima expresión. Cerrará 14.000 de sus 20.000 centrífugas, mantendrá solo las más antiguas para enriquecer uranio al 3,67% (para uso civil) y destruirá 97% de sus reservas de uranio enriquecido.

Además, se someterá a la inspección internacional permanente de toda la cadena de producción nuclear remanente. La vigilancia actuará como un desincentivo para hacer trampa, ya que ante cualquier sospecha de que Irán esté incumpliendo, el acuerdo contempla un mecanismo automático para restablecer sanciones económicas.
 
No en vano el Jcpoa ha sido reconocido mundialmente como un éxito de la diplomacia. Las concesiones hechas por Hassan Rohani –cuya elección en 2013 se debió a la promesa de poner fin a las sanciones y de iniciar una nueva etapa en las relaciones con Occidente– son muchas y significativas, sin que constituyan una capitulación total, la cual hubiera sido humillante y contraproducente. A su vez, las de Estados Unidos son pocas y menores, y no afectan el objetivo básico del acuerdo, que es eliminar la posibilidad de que Irán consiga un arma nuclear.
 
Más allá de eso, el fin del ostracismo occidental y estadounidense a Irán abre la posibilidad a un mayor acercamiento a éste. Además de su participación en el combate militar al Estado Islámico, la firma del acuerdo nuclear constituye un paso necesario en el diseño de una solución diplomática a la guerra civil en Siria, para la cual Irán, junto con Rusia –los principales patrones del régimen de Al Assad– son fundamentales. Finalmente, y aunque la normalización diplomática entre Estados Unidos e Irán no está en el horizonte inmediato, el Jcpoa recuerda en algo el acercamiento entre Richard Nixon y Mao Zedong de los 70, con todas las consecuencias positivas que tuvo para las relaciones con China. El mensaje que recibe el pueblo iraní del Jcpoa –que no es de poca monta considerando que hay elecciones parlamentarias en 2016– es que tener gobiernos moderados y progresistas “paga”. 
 
En contraposición a casi todos los gobiernos del mundo, la comunidad experta en control de armas y no proliferación nuclear, la opinión pública global, parte del establecimiento militar israelí y el mismo ayatolá Jamenei, Israel (y Arabia Saudita), junto con el Partido Republicano y algunos demócratas judíos, se oponen al acuerdo, con lo cual es previsible que el Congreso estadounidense se niegue a levantar las sanciones económicas a Irán. Si el presidente Obama no consigue los votos para ejercer un veto, el Jcpoa difícilmente se podrá implementar (porque el papel estadounidense es clave), en cuyo caso, el escenario más factible es que Washington pierde credibilidad e influencia, la “solución” militar por la que ha abogado Israel se vuelve realidad y Teherán gana incentivos negativos para desarrollar sus capacidades nucleares. Esa no es una política exterior sensata, es trágica. 

 

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