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Afectos entre fútbol y literatura (III)

Columnista invitado EE
18 de junio de 2013 - 11:00 p. m.

El amor, la locura y la muerte comparten su estética con sus opuestos, es decir, con el desamor, la cordura y la vida. En esa tensión nos gastamos la existencia.

Un gol olímpico es comparable con el más bello poema de Alejandra Pizarnik o el cuento de Horacio Quiroga sobre el jugador que se suicidó en el mismo estadio en el que se hizo famoso por sus espectaculares goles. Hay tanta tragedia en Otelo como en los cuentos de Benedetti sobre un puntero izquierdo o un arquero. Existe la misma esquizofrenia en El horla de Maupassant como en el doloroso y triste final de Garrincha, a quien dedicaron poemas, tangos, cuentos, ensayos y, sin embargo, murió como N.N., pero feliz, dicen, porque no sabía leer. En la literatura y el fútbol están los seres para reconocer su desasosiego, su temor y su miedo de enfrentar al otro. El amor, la locura y la muerte son lo único seguro que tenemos: el amor llega cuando no era, la locura cuando era y la muerte no sabemos si era. Los tres son fragilidad, son ser y edad: seriedad. El fútbol y la literatura comparten sus azarosos finales, sus epígrafes y sus epítetos: Cortázar, Cabrera Infante, García Márquez y Saramago juegan con la voluntad del lector, lo ponen a sufrir, lo desconciertan, lo arrojan. Así es el fútbol: Pelé, Maradona y Messi hacen en la cancha lo que les da la gana. Rafael Alberti y Miguel Hernández jugaron fútbol, como Heidegger, Camus, Kafka y Sartre. Ambos poetas (Alberti y Hernández) dedicaron sus mejores poemas a esa figura solitaria y extraña que juega con las manos mientras los demás juegan con los pies: el arquero se pone ropa distinta, puede jugar con gorra y se tapa las manos. El fútbol es la casa del amor en los poemas de Helí Ramírez, poemas de fútbol entre “manes que juegan para apostar por la Mona”. El fútbol es la morada de la locura en Baudelaire, Foucault y Erasmo. El fútbol es la posada de los tangos de Gardel, Susana Rinaldi y Goyeneche. La literatura es la casa de quienes juegan fútbol en la escultura de Picasso, en el cuadro que pintó Salvador Dalí para salvar a un equipo de la quiebra, en los cuentos callejeros de Óscar Castro, Luis Tejada, Óscar Collazos o Fontanarrosa. La literatura es la casa del desamor y el fútbol la habitación del carácter: literatura y fútbol son broma.

 

* Juan Carlos Rodas

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