Al carajo la mujer perfecta

María Claudia García
10 de marzo de 2017 - 04:30 a. m.

He sentido miedo, me he sentido petrificada y cohibida, no he expresado mis frustraciones por temor a no ser moralmente correcta, me he mirado al espejo y me he sentido vacía, sin fuerzas, sin ganas, deprimida. Puse mi felicidad en las manos de otros, mi pareja, mi trabajo, mis amigos, y obviamente nunca la encontraba. Temí perder el amor y el respeto de los demás, por falta de autoestima o por perjuicios sociales intenté ser la que ellos querían que yo fuera. Quise ser la mujer perfecta y hacerle creer al mundo que nada me quedaba grande, obviamente al terminar el día mi cuerpo agotado no soportaba el peso de esa carga que yo misma me infringí por hacerme la fuerte y llorar en silencio, toque fondo y después de todo ese cansancio absurdo decidí soltarme las amarras, las vendas de los ojos y buscarme a mí en ese inmenso desierto y en donde la voz del ego resonaba constantemente haciendo sentir fracasada. No sabía que quería, solo sabía que no quería estar allí, en ese oscuro lugar sintiéndome fea, triste y sola, aunque estuviera preciosa y rodeada de mucha gente.

El camino a reencontrarme con esa niña soñadora, alegre y divertida no fue fácil, pero puedo asegurarte que está siendo la mejor etapa de mi vida. Como decía Marianne Williamson en uno de sus libros, El Valor de lo Femenino, “Cuando al fin vislumbramos nuestra realización como seres humanos, independientemente de que tengamos o no marido, novio, trabajo, dinero, hijos o lo que creamos necesario para prosperar y ser felices. Cuando finalmente nos acercamos a una altura espiritual real y duradera, sabemos que el dolor de llegar hasta allí ha valido la pena y que los años venideros jamás serán tan solitarios”.

Encontrar la dicha interior del éxito exige sacrificar las falsas nociones de lo heroico. Cuando una mujer puede encontrar la valentía de saberse limitada y darse cuenta de que es suficiente ser tal como es, descubre uno de los verdaderos tesoros del viaje de la heroína; puede desligarse de los caprichos del ego y alcanzar las fuerzas más profundas que se hallan en el origen de su vida. Puede decir: "No soy todo... pero soy suficiente". Entonces se vuelve real, abierta, vulnerable y receptiva a un verdadero despertar espiritual. (Fragmento de Ser Mujer: un viaje heróico de Maureen Murdock).

Volver al valor de la mujer y romper los paradigmas de nuestras abuelas, disfrutarnos tal y como somos, vanidosas o sencillas, liberadas o recatadas, ejecutivas o hogareñas, comprometidas, solteras o separadas. Liberando nuestra energía sexual y cuando hablo de energía sexual no me estoy refiriendo a la energía inherente que se manifiesta al momento del hacer el amor, sino a la energía creativa o vital, que es el motor que nos da impulso para crearnos a nosotras mismas a diario, para tomar fuerzas y llevar una vida inspirada y dinámica.

Las mujeres parimos la vida humana, somos fuerza creativa y eje en la gran mayoría de hogares. Nosotras mismas debemos hacernos una fiesta cada uno de los 365 días del año celebrando la sabiduría divina que nos dio la naturaleza.

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