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Alan Jara lo advirtió

Luis Eduardo Garzón
07 de mayo de 2009 - 02:33 a. m.

LA FALTA DE ORIGINALIDAD DE LOS pre-pre-precandidatos presidenciales uribistas para seducir al electorado es patética.

Uribito es un mal remedo de las embejucadas del doctor Álvaro, porque su ordinariez y diplomacia harían poner colorada a cualquier marchanta. Marta Lucía Ramírez no hace otra cosa que defenderse de la violencia intrafamiliar de la que es víctima por parte de sus padres políticos que la ultrajan, la allanan, la desalojan, la permutan y ahora la desheredan. Juan Manuel Santos está condenado a salir ya del Gobierno, pero sin conocer las únicas coordenadas a las que no ha tenido acceso y que le permitirían ubicar en qué momento de su vida electoral está el presidente-candidato. Los conservadores buscan un candidato que parezca más un jefe de directorio y que negocie la clientela ante el monarca, sin importar que ello se haga a través de la consulta o de la manguala. Vargas Lleras está cual caimán en boca de caño que no se rinde, ilusionado con un milagrito que le permita reinsertarse a la actividad política.

En lo fundamental no hay novedad. La crisis y la economía la tratan con el mismo desprecio con que el Gobierno asume los falsos positivos; un problema de simples cifras. Hacen de la Seguridad Democrática un catecismo en el que no existe la autocrítica en su aplicación. Parece algo preconcebido. Terminan en campañas huecas que generan un vacío, haciendo inevitable votar por el original. Y éste, el reeleccionista, hace todo lo posible para reelegir a su sparring de los últimos seis años: las Farc.

Y no lo hace de cualquier manera. En lugar de asumir directamente el tema del acuerdo humanitario, termina delegándolo en un ex guerrillero, pretendiendo dejar por fuera a Piedad Córdoba. Asimismo, menosprecia cualquier estrategia que le dé viabilidad a la salida de los 22 militares secuestrados. Si está dejando en libertad a lo que el Gobierno llama gestores de paz con antecedentes en delitos de lesa humanidad, ¿por qué no proponer la libertad de guerrilleros con menos prontuario? ¿Por qué dejarle la iniciativa a la guerrilla de una supuesta disposición al diálogo, cuando bien se puede condicionar una agenda que contenga la exclusión del secuestro como instrumento de guerra? Y si se quiere más audacia, el Presidente debería provocar la discusión y pedirle a Alfonso Cano que aclare a qué se refiere exactamente cuando habla de una nueva constituyente para lograr la paz. La mejor defensa es el ataque y no sólo en el campo militar, sino también en el político. En el primero, no hay duda de los triunfos del Ejército y la Policía, pero en el segundo cada vez el Gobierno se muestra más torpe, dándole papayazos a la guerrilla para que oxigene su discurso. Más cuando escoge contradictores como el profesor Moncayo, que por su estoicismo es visto por la opinión pública nacional e internacional como lo más parecido a Sor Teresa de Calcuta.

Ya lo decía Alan Jara: las Farc y Uribe se necesitan para existir. Ocho años y la agenda termina impuesta por los mismos actores. Para quienes no queremos hacer parte de ese sainete es un imperativo promover un espacio que nos saque de esa lógica. No basta con denunciar esos lugares comunes en los que caen los voceros uribistas, se debe también mandar un claro y contundente mensaje que exprese lo que la mayoría de los colombianos quiere oír. ¡Es lo social, estúpidos!

 

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