Amando el amor

Fernando Araújo Vélez
02 de julio de 2017 - 01:25 a. m.

Perdamos el control, ese control al que nos hemos sometido, ese control que hemos permitido. Olvidemos por un momento los relojes y los calendarios, incendiemos todo lo que tenga que ver con metas, producción, premios, éxito y obediencia, y tratemos de destrozar ese exceso de información que nos ha vuelto marionetas. Perdamos el control, rescatemos lo más genuino que queda de nosotros, si es que aún queda algo genuino después de tantos y tantos años de contaminación, de lecciones, de deberes e instrucciones. Perdamos el control, su control, y despercudámonos de la basura, porque nos han contaminado tanto que hasta los sentimientos nos los moldearon.

Hoy, si sentimos, no sentimos por nosotros ni desde nosotros, sino de acuerdo con las películas, las reglas, las repeticiones, los honores, las canciones y demás que los dueños del mundo nos han transmitido a través de sus múltiples cañones culturales. Creemos en la fidelidad, luchamos por un matrimonio, buscamos una familia, amamos a nuestros niños y soñamos con un hogar y vivimos por y para ese hogar, reverenciamos a la mujer embarazada, les hacemos venias a cientos de personajes y pronunciamos sus nombres como nombres sagrados, porque sutil o explosivamente nos han convencido de que ese es el deber ser y el Bien. Amamos el amor, o lo que creemos que es el amor, no a quien le decimos te amo.

Y amando el amor, echamos en una misma bolsa, viejas, muy viejas creencias y nuevos códigos perfectamente justificados por novedosísimos estudios, y revolvemos la compasión con la bondad, y confundimos la protección con el interés, y disfrazamos con leyes una simple y profunda pulsión, y nos engañamos jurando en su nombre lo que no es más que conveniencia, y dependemos de otro, y pretendemos ser una posesión del otro, y que el otro sea nuestro. Amando el amor, no nos damos cuenta de que vamos por ahí con una venda negra en los ojos, sin saber quién es quién, aferrados más a una idea que a una acción, convencidos de que la basura con la que nos han bombardeado hace parte esencial de nuestra vida.

Amando el amor pasamos por alto los indicios, nos convencemos de lo que nos digan las brujas que leen el chocolate, vemos azul lo negro y oímos música en lo que es ruido y sólo ruido. Amando el amor nos controlamos y nos controlan para que caminemos de espejismo en espejismo.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

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