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Ambientalismo y realismo

Columnista invitado EE
01 de noviembre de 2012 - 09:30 p. m.

El ambientalismo complejo es realista, dista de las visiones de una naturaleza vengativa y también de las que describen una naturaleza benéfica. Comprende que los humanos somos parte de la naturaleza y acepta las complejidades que resultan de esa idea. Esas complejidades son las que, me parece, no todos aceptan en el actual proceso de paz y es obligación de los ambientalistas hacerlas ver de uno y otro lado.

A la izquierda es necesario fortalecer la consideración de las dificultades que introduce en los procesos de producción la extrema complejidad de los ecosistemas de nuestro territorio y la historia de su poblamiento. No siempre es el egoísmo personal o de clase el que impide la justicia social; son también el relieve montañoso y su historia geológica, la temperatura, la humedad, la variabilidad de las lluvias, la multiplicidad de las plagas, la baja fertilidad de los suelos, la densidad de población de las cordilleras, la localización de las ciudades, su distancia de los mercados internacionales. Un sinnúmero de características que son comunes a los países de los trópicos, pero son extremas en el nuestro y disminuyen la rentabilidad en el campo y en las ciudades mal localizadas.

A la derecha es también imprescindible considerar que no siempre tenemos en cuenta las características ecológicas, sociales y culturales de la nación, que a menudo olvidamos nuestra propia historia y creemos a pie juntillas que las raíces heterogéneas y los caminos violentos que hemos seguido desde la conquista europea no influyen en el comportamiento de los ciudadanos. Las teorías económicas más comunes tienden a olvidar que las características físicas y biológicas del territorio influyen en la productividad de las personas, y que la historia personal y colectiva construye modelos mentales plenos de emociones éticas y estéticas, no sólo de deseos de maximización de ganancias. Al tratar de aplicar en Colombia los “consensos” construidos para otros espacios físicos y culturales, los economistas neoclásicos y neoliberales caen en el mismo error fundamental de los sociopolíticos marxistas y neomarxistas: poner las ideas fijas por encima de la realidad.

Esa ausencia de consideración y comprensión de las características especiales del país, común en ambos extremos ideológicos, es causa de numerosos errores públicos y privados que influyen en la situación de pobreza y de inequidad y hacen extraordinariamente difícil el ejercicio de la autoridad. Es fácil simplificar la realidad y construir en la mente un país imaginario; lo difícil es reconocer que no lo comprendemos suficientemente.

 

*Julio Carrizosa Umaña

 

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