AMLO: de opositor al gobierno

Beatriz Miranda
04 de diciembre de 2018 - 02:00 a. m.

Este fin de semana, América Latina fue el centro de hechos internacionales relevantes. El sábado se concluía en Argentina la cumbre del G20, a la que acudieron los principales líderes mundiales y, simultáneamente, se realizaba la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia de México.

En una América Latina que se aleja de los partidos de izquierda y se distancia del centro, la significativa victoria de AMLO, con el 53,19 %, es simbólica, no solo para México, sino para la región. Su llegada a la Presidencia es marcada por un largo recorrido político de más de 30 años, la inconformidad de importantes segmentos de la población mexicana, debido al modelo económico puesto en marcha en los últimos 36 años, ¬43 % de la población mexicana vive en la línea de la pobreza, más de 200.000 desaparecidos en la guerra perdida contra el narcotráfico, declarada por el expresidente Felipe Calderón en el 2007 y una corrupción sistémica¬.

En su primer discurso, desde la Cámara de Diputados, el mandatario afirmó que: “No iniciará un cambio de Gobierno, sino un cambio de régimen político”. Reiteró que comenzará “la cuarta transformación” del país”, haciendo mención a hitos históricos:

Las luchas por la Independencia, las importantes reformas emprendidas por Benito Juárez (1858-1861) y la Revolución Mexicana (1910-1917).

Su discurso estuvo lleno de promesas solidarias e inclusivas: bajar el precio de los combustibles, incrementar el salario mínimo, conceder diez millones de becas a estudiantes, crear cien universidades públicas y contratar a 2,3 millones de jóvenes como aprendices remunerados en empresas.

Se comprometió también a realizar consultas populares sobre temas importantes, con el objetivo de fomentar una democracia participativa.

Anunció una nueva consulta para marzo del 2019, con el fin de crear la Guardia Nacional que afronte la inseguridad y la violencia en el país, lo que provocaría cambios constitucionales; y que dentro de dos años y medio, la población decidirá si él sigue en el poder.

Además, anunció amnistía a los “acusados de corrupción”, que no tenga procesos judiciales en curso”. ¿Un intento de no judicializar la política? Después de la ceremonia en la Cámara de Diputados el Presidente se dirigió al Zócalo, en dónde recibió el bastión de mando de los líderes de las 68 comunidades indígenas. En una ceremonia simbólica, López Obrador reconocía la existencia de un México profundo y rezagado.

Desde este lugar histórico prometió al pueblo mexicano: “No mentir, no robar y no traicionar”.

Según el periódico La Jornada, en su primer día de mandato el avión presidencial “TP-01 Boeing 787-8, José María Morelos y Pavón saldrá de México a las 11 de la mañana hacia un aeropuerto de California, Estados Unidos, como un primer paso para su venta”, uno de sus compromisos de campaña.

Sin sombra de dudas, López Obrador remará contra la corriente, pues su mandato coincidirá con el de Jair Bolsonaro en Brasil, Macri en Argentina y Sebastián Piñera en Chile, -una poderosa troika -, tendrá Donald Trump como vecino estratégico y sobre la mesa el tema migratorio.

En sus primeras alocuciones AMLO parecía más un candidato en campaña, que un Presidente en funciones, con una narrativa de estadista. No hizo ninguna referencia al nuevo Congreso y tampoco a los gobernadores recientemente elegidos, con los cuales deberá desarrollar sus propuestas institucionales.

Ojalá AMLO se dé cuenta rápidamente que ya no tendrá una agenda de oposición y que hacer oposición es diferente a gobernar... para no reincidir en los mismos errores de la izquierda latinoamericana.

*Profesora U. Externado

 

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