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Apreciación del peso, ruina nacional

Hernán González Rodríguez
29 de enero de 2013 - 11:00 p. m.

La persistente y creciente apreciación o revaluación del peso colombiano prendió las alarmas de todos los sectores productivos del país: lecheros, cafeteros, floricultores, bananeros, confeccionistas, avicultores, industriales…

Escasos son los congresistas y funcionarios que son conscientes de la devastación en marcha. La mecha de la bomba de tiempo del desempleo está encendida.

El presidente Santos se ha limitado a afirmar que “la economía colombiana tiene munición suficiente para combatir la revaluación”. Ojalá la usaran pronto y con medidas efectivas, porque las que se han implementado hasta la fecha no han surtido efecto alguno y, por el contrario, día tras día se acentúa más el problema del dólar barato para importar y desplazar la producción doméstica o para imposibilitar las exportaciones. Suele afirmarse que el primer paso para encontrar la solución de un problema radica en identificar claramente las causas que lo generan.

Los daños causados por el narcotráfico con la participación de las guerrillas y las bandas criminales, bacrim, no tienen par en Colombia. En nota publicada recientemente por la revista Semana se afirmó que, “según cifras de Asobancaria, el lavado anual de dinero se estima en 20 billones de pesos, unos 11.000 millones de dólares, lo que equivaldría a más del 3% de nuestro Producto Interno Bruto, PIB”. No nos ilusionemos con la dejación de este lucrativo negocio por parte de las Farc y del ELN, ya se están mimetizando como bacrim.

¿Cómo lavan estos dineros? Se lavan por medio del contrabando, la sobrefacturación, la subfacturación, el mercado negro, la inversión extrajera directa… Según un funcionario del Ministerio de Hacienda, de su UIAF, unidad para rastrear el lavado de activos, solamente el 30% de los dineros que se lavan en Colombia los logra congelar la UIAF.

Colombia sí dispone de municiones para esta catástrofe; pero ni Minhacienda, ni el Emisor las emplean. Podrían estas autoridades monetarias, por ejemplo, emitir pesos para comprar más dólares y recoger luego los pesos emitidos por medio de bonos denominados en dólares a largo plazo, pero vendidos en pesos, como en Perú. Una sola emisión de pesos puede servir para repetir el ciclo anterior varias veces. Atendamos la recomendación del exministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, copiemos de los suizos, establezcamos un límite inferior para la tasa de cambio de $1.850 $/dólar para luego deslizar tal límite hacia arriba paulatinamente.

Para alejar la ruina nacional podría aconsejarse reducir temporalmente al mínimo los endeudamientos en dólares del sector público, forzarlo a que prefiera endeudarse en pesos. Aumentar el superávit fiscal del Gobierno; es decir, ahorrar mucho más de lo que se gasta. Encarecer temporalmente los endeudamientos privados en dólares. El interés de referencia del Emisor no debería rebajarse demasiado, porque afectaría los ingresos de numerosas personas que viven de tales intereses. El proteccionismo a ultranza y selectivo del presidente Santos no es la solución.

En la “guerra mundial de tasas de cambio” reinante, la cual censuran hoy hasta las autoridades de Rusia, poco sirven las municiones aludidas. No existe competencia más desleal y ruinosa que la de los subsidios agrícolas de los países ricos y sus tasas de cambio manipuladas. Infantil proponer aumentos de la productividad privada con el fin de combatir devaluaciones monetarias superiores al 40%, porque a lo sumo logran los privados rebajar en 20% sus costos. No podemos permitir que nuestros sectores productivos se arruinen por culpa del narcotráfico, del auge minero y de la incompetencia de ciertas instituciones.

 

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