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Aquí y allá

Armando Montenegro
22 de febrero de 2015 - 03:00 a. m.

Al tiempo que muchas personas recuerdan con horror la reciente tragedia de Charlie Hebdo, así como el fanatismo y la intolerancia que la motivaron, unas cuantas han señalado que en nuestro medio se vienen presentando algunas de esas mismas actitudes, aunque, por fortuna, todavía atenuadas y sin manifestaciones violentas.

Lo primero, lo más obvio, son los ataques contra los caricaturistas en esta parte del mundo. El presidente Rafael Correa parece dispuesto a hacer meter a la cárcel a Xavier Bonilla, Bonil, a raíz de sus denuncias sobre la corrupción del Gobierno ecuatoriano (con esta persecución, además de poner de manifiesto su carácter despótico, Correa no hace más que mostrarle al mundo que tiene domesticada la justicia de su país). Y después de perseguir y silenciar a los caricaturistas Roberto Weil y Rayma Suprani en Venezuela, Nicolás Maduro se ha dedicado a insultar a Vladdo, como respuesta a sus ironías sobre el desbarajuste producido por el propio régimen bolivariano, insultos que, por supuesto, enaltecen al caricaturista de Semana.

En segundo lugar, la intolerancia a la libertad de expresión llegó a un punto crítico con la salida del columnista Yohir Ackerman de las páginas editoriales de El Colombiano. Ackerman prefirió renunciar antes que aceptar la censura a uno de sus escritos, en el cual criticaba las interpretaciones literales de ciertos pasajes de la Biblia (algo que también, a su manera, tratan de imponer a toda costa los integristas musulmanes con respecto a sus propios textos sagrados).

En tercer lugar, a semejanza de algunos conflictos que suceden en otros países del mundo, en Colombia también se observa la combativa militancia de grupos religiosos fundamentalistas para tratar de aislar y discriminar a ciertas personas en nombre de lo que consideran son los mandatos de la palabra divina. En esa dirección se ubican varios pronunciamientos de profesores de la Universidad de la Sabana que aseguran que los homosexuales son seres defectuosos, anormales y enfermos, quienes, en su opinión, no pueden tener los mismos derechos de los heterosexuales, una posición contraria a la ciencia, que incluso se opone a varios planteamientos recientes del papa Francisco y otros líderes religiosos.

En cuarto lugar, en el debate sobre la adopción por parte de parejas homosexuales se oyeron unos cuantos discursos que también reflejan concepciones de corte integrista, descalificadoras de los derechos de las personas que no se ajustan a los mandatos y prohibiciones de ciertas doctrinas. Fue evidente el objetivo de algunos de sus voceros de intentar que todos los colombianos, seguidores y no seguidores, obedecieran los preceptos de sus propios grupos religiosos. La propuesta de la senadora Viviane Morales, al frente de un colectivo de pastores cristianos, está dirigida precisamente a establecer en la Constitución que el matrimonio se realice únicamente entre un hombre y una mujer y, además, que se prohíba la adopción por parte de personas solteras y de parejas homosexuales. Este animado debate, parcial y transitoriamente resuelto por la Corte Constitucional el pasado miércoles, seguramente continuará con vigor en los próximos meses. Debe esperarse que la discusión, como hasta ahora, se mantenga en forma pacífica y, salvo por algunas excepciones lamentables, respetuosa de las opiniones ajenas.

 

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