Atentos y preparados

Danilo Arbilla
19 de abril de 2017 - 02:00 a. m.

América Latina como que cada vez es más ignorada por el Departamento de Estado. Desde hace un buen tiempo que no figura en el orden del día, y si aparece es por allá abajo. Ese estado de cosas, además, se acentúa en lo que va de la administración Trump.

En realidad eso no es ni bueno ni malo. De las estrechas relaciones con EE. UU.  hay muchas feas experiencias y recuerdos, y de ahí la convocatoria que mantiene el “yanqui go home” y los réditos que le han sacado al “antimperialismo” desde Fidel Castro a los gobiernos progre-populistas de la hora. Estos, hoy en caída libre, como última tabla de salvación acusan a EE. UU. y la derecha de ser la causa de todos los males e incluso se juramentan de que harán frente a la invasión. Se trata, específicamente, de la tan mentada invasión que preparan los yanquis y la oligarquía de derecha (las hay de izquierda y cómo), que se anuncia (por Chávez y Maduro, no menos de dos docenas de veces) pero por lo que se ve no se concreta. Es el viejo recurso de inventar un enemigo de afuera para insuflar el nacionalismo adentro o, en su defecto, aplicar medidas “excepcionales” (léase limitar libertades y suspender garantías, las que quedan). Lo cierto es que ya nadie les cree y si un día efectivamente se da una invasión sin duda será uno de los hechos más inesperados.

El problema es que en América Latina (AL) no tenemos “una bomba atómica” —no somos nucleares (lo raro es que no se le haya ocurrido a Chávez)—, ni tampoco tenemos ningún movimiento terrorista de alcance universal. Por suerte. Mira el papelón que hizo Fidel cuando quiso tener misiles.

La contraparte es que cada vez AL es más olvidada y una de las consecuencias indeseable de esa situación es que prosperan los dictadorzuelos, como se ve y estamos viendo, y como se ha visto tantas veces desde hace mucho tiempo en otros continentes ignorados.

El hecho notorio es que Trump no tiene una “política” para  AL. La tuvo Obama, frívola y que para lo único que sirvió fue para perder los pocos amigos que tenía EE. UU., malas juntas algunos pero no todos. Con Obama, que fue el mayor “deportador” de la historia y es bueno recordarlo, se dio aquello que ya cité en ocasión anterior de que EE. UU. es como paloma de iglesia, que “ensucia” a los fieles (lo que “hacen” cae sobre la cabeza de los que entran al templo).

Trump, más allá de algunas llamadas telefónicas, no mira por ahora al continente y las cosas que aborda e incumben a AL lo son de rebote, porque para él se tratan de problemas domésticos.

Lo es Cuba, en torno a la que se esperaban noticias para estas horas. Se habla de una nueva política. Habrá que esperar, con Trump nunca se sabe.

El cambio de política comercial y acuerdos, el tema de la inmigración y el muro, son a su vez temas que tienen que ver con la política interna y se enmarcan en los anuncios de cambios del flamante mandatario.

Él dirá que son asuntos domésticos pero tocan directamente a muchos países del mismo continente. La persecución de inmigrantes conlleva siempre muchas injusticias y las consecuentes deportaciones implican un serio problema, casi una tragedia, para cada persona afectada, pero también para cada uno de los países que deben recibir a aquellos que son empujados “de vuelta”.

Y lo del muro es tristemente ridículo. No será práctico, sin duda, pero emblemáticamente es tremendo. Esa larga valla no implica una separación entre EE. UU. y México, sino que marca un límite, una división entre EE. UU. y AL.

A partir de ese muro, hacia este lado (no digo hacia abajo porque todo depende desde dónde se toma la fotografía) empieza América Latina y el señor Donald Trump lo sabe o lo debería saber. Salvo que efectivamente esa sea una política a nivel continental.

Por ahora todo es muy errático. Hace unos días la embajadora de EE. UU. en Uruguay, Kelly Keiderling, dijo que en Venezuela no hay dictadura. La diplomática, que fue embajadora en Venezuela y expulsada de Caracas en el 2013, dijo que en EE. UU. no lo “tildan” así: “Preferimos decir que es un país donde la separación de poderes no se está dando”, explicó.

¿Y eso qué es?

Cualquier cosa puede ocurrir. Hay que estar preparados.

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