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Ay, los poetas conservadores

Juan Gabriel Vásquez
29 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

Leo en este periódico que en el Congreso de la República (cuánto esfuerzo me cuesta utilizar las mayúsculas para esta gente: parece que hablara con respeto) ha comenzado a andar un proyecto de reforma constitucional para “corregir” la sexta estrofa del himno nacional.

 Las comillas no son mías, me apresuro a aclarar, sino del periódico. Yo pondría entre comillas otras palabras: “Congreso”, por ejemplo, o “República”. Pero eso es tema de otra columna. Lo que me interesa ahora es la propuesta del senador Iván Clavijo, del Partido Conservador, a quien le parece que don Rafael Núñez, el autor de nuestro himno, se equivocó en la sexta estrofa: escribió que los Centauros “descienden a los Llanos”, cuando la verdad histórica, dice el senador, es que los Centauros “ascendieron de los Llanos orientales al Puente de Boyacá”. Y no contento con eso, propone el senador “incorporar el nombre del general Francisco de Paula Santander en honor a su labor como fundador de la República”. De manera que los últimos versos de esa estrofa quedarían así: “Centauros indomables / ascienden de los llanos / y Santander encabeza / de la epopeya el fin”. Sí, yo también pensé lo que ustedes están pensando: es bueno que nuestro Congreso todavía tenga tiempo para las cosas importantes.

La noticia me recordó un acto de Les Luthiers donde un pobre músico tiene que modificar el himno de su país a pedido de dos politicastros, y tras verlo de nuevo concluí que la realidad no supera la ficción: simplemente es más grosera. Luego me permití eliminar las comas que el senador había puesto, por razones que se me escapan, entre “indomables” y “ascienden” y entre “encabeza” y “de”. Finalmente, no me costó reconocer que en el fondo estoy de acuerdo con el senador Clavijo: hay que corregir el himno. Pero no la sexta estrofa: hay que corregir el himno entero, que contiene varios de los peores versos jamás escritos en lengua española. Uno piensa, por ejemplo, en aquella imagen infame: “Su varonil aliento / De escudo les sirvió”. Alfredo Iriarte solía decir al respecto que la independencia era inevitable, pues los lanceros contaban con el arma infalible de la halitosis. Leyendo aquellos otros versos sobre la virgen que arranca sus cabellos y los cuelga de un ciprés, Daniel Samper Pizano comentó una vez: “Los calvos tenemos una deuda con Núñez. Nos elevó a la categoría de símbolo nacional”.

Pero lo más alarmante de la propuesta del senador Clavijo es el verso con que quiere reivindicar a Santander. Pues Núñez podía tener imaginación de escolar, pésimo gusto para las metáforas y una irrefrenable tendencia a la ñoñería, pero por lo menos sabía contar sílabas. Los versos originales de la sexta estrofa, como los del resto del himno, son heptasílabos: “Y empieza a presentirse / de la epopeya el fin”. Lo que el senador Clavijo sugiere para reemplazar el primero, “Y Santander encabeza”, tiene la musicalidad y el ritmo de una cacerolada (o de un pupitrazo), pero además no tiene siete sílabas, sino ocho. Tal vez el senador no fue al colegio el día en que se habló de heptasílabos. O de matemáticas.

La otra razón que el senador aducía para meter a Santander en el himno era su papel como “fundador” de “la educación pública en Colombia”.

Agradecerán ustedes que me guarde las ironías.

 

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