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Ayer no más

Diego Aristizábal
08 de septiembre de 2013 - 10:00 p. m.

Padre e hijo se resguarden de la lluvia. De repente un hombre de 76 años se hace un hueco de una manera habilidosa entre los dos y queda prácticamente incrustado.

Después de un comentario irrelevante sobre el aguacero una pregunta empieza a cambiar el curso de la atención. ¿En la guerra no estaría usted por casualidad en La Fonfría?, le pregunta el hombre al padre de 86 años. La palabra guerra transporta a Germán de inmediato al pasado; sin embargo los recuerdos que él tiene presente, las mejores etapas de su vida como falangista, no son las que Graciano Custodio Álvarez tiene en mente. 

“-¿No te acuerdas? ¿No te acuerdas de un hombre que llegó andando con un niño? Iban a pasarse a Asturias. Uno le preguntó, ¿adónde váis? El hombre le contestó: Con un hermano, a Gijón. Entonces vino otro y le preguntó, ¿y cómo se llama tu hermano?, y él dijo: Lázaro Custodio, y uno dijo, a tu hermano lo estamos buscando; mira por dónde no le tenemos a él, pero te tenemos a ti, y allí, sin más, le pegó un tiro, delante del niño. ¿No lo recuerdas? Aquel hombre se llamaba Ángel Custodio Reguera y era mi padre, y el niño soy yo”.

Es así como el escritor español, Andrés Trapiello, aborda en su novela “Ayer no más” uno de los temas más sensibles para los españoles: las heridas que aún continúan abiertas, 70 años después, de la Guerra Civil Española. Desde diferentes voces, pero muy especialmente desde las reflexiones de José, un historiador y profesor universitario que durante 40 años ha estudiado la Guerra Civil, vemos cómo, por más que muchos españoles quieran “olvidar” ese pasado, los muertos y los sobrevivientes siguen reclamando justicia. 

José es el hijo de Germán y ahora que sabe todo esto su dilema no puede ser peor. A pesar de que su padre no haya disparado el arma, fácilmente puede pasar a la historia como el asesino de La Fonfría; al fin y al cabo la justicia consiste en juzgar a alguien sin importar que el “vivo” no sea representativo, el hecho es juzgar y más en esta guerra en la que habiendo muerto más de medio millón de personas, como se ha dicho, nadie ha matado a nadie. 

En medio de interrogantes: “¿Lo denunciaré? ¿Lo haría?¿Es lo que quiere? ¿Otra guerra civil en la familia, el hijo contra el padre?”, José sabe muy bien que no sólo es asesino quien asesina, sino que los cómplices también están untados de sangre. Quienes callan son culpables y en este instante, al no querer decir dónde enterraron el cuerpo del padre de Graciano, la culpa de Germán no es menor. 

Esta novela deja en evidencia cómo en los conflictos la verdad puede fácilmente escabullirse porque a veces ninguno de los bandos se siente culpable, todos terminan teniendo una justificación de lo que hicieron y creen que deben ser absueltos, perdonados, si es que algo malo hicieron. Es aquí como la terrible frase “lo hicimos por ella”: por la patria, la familia, por Dios convierte gravísimos delitos en terribles justificaciones. Es entonces cuando surge el terrible interrogante: ¿Cómo convencer a los culpables de que cometieron esos crímenes si unos y otros, aceptando en principio que pudieron ser responsables, acaban considerándose inocentes, en tanto creen que los crímenes del bando contrario los cometieron individuos diferenciados que debían pagar por ello?

Por eso, después del dilema de los bandos, de quiénes fueron los buenos o los malos, lo único que nos queda es la memoria, y la memoria vista, por supuesto, desde todos los ángulos. “Debemos recordar porque el recuerdo es un deber moral. Hemos contraído una deuda con las víctimas. Al recordar y contar, evitamos que el olvido mate a las víctimas dos veces”.

Se dice que en España, más de 70 años después, la gente todavía habla de la Guerra Civil con miedo. Esto me hace pensar en el conflicto nuestro que todavía no termina, que todavía tiene las heridas abiertas y sigue sumando víctimas al no tener claro el final. Qué difícil resulta soportar esta guerra colombiana larguísima en la cual no podemos ni siquiera decir que ocurrió “ayer no más”.

desdeelcuarto@gmail.com

@d_aristizabal

 

 

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