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Bachetá, Distrito Cavidad

Ignacio Zuleta Ll.
25 de febrero de 2013 - 11:00 p. m.

El Espectador publicó el pasado 18 de febrero un artículo con infografía titulado “No hay quien tape tanto hueco”, firmado por Juan Camilo Maldonado. El trabajo periodístico es fantástico, tanto por la excelencia de la investigación como porque pertenece al subgénero del terror.

El artículo, una cartilla que deberían leer los escolares, los concejales y el alcalde, nos informa cómo están actualmente las que antes de ser trocha fueron vías, y nos cuenta quiénes son los responsables de rehabilitar las ruinas de las antiguas calles y carreras, diagonales y transversales bogotanas. Por ejemplo, el informe nos recuerda que el IDU es el encargado de las llamadas vías intermedias —incluyendo los carriles de Transmilenio— y de las vías arterias, mientras que las alcaldías locales son las responsables del 53% restante: las llamadas calles de los barrios. Además, confirmamos que el 86% de la malla vial está en pésimo estado.

¿Por qué está así la malla? Una noche, una noche toda oscura y tenebrosa de 2012, el señor alcalde les impidió a los alcaldes menores disponer de los $168.000 millones que los fondos de desarrollo local tenían guardados para arreglar las vías. La instrucción fue esperar hasta que se terminara de cocinar en la Alcaldía un “nuevo modelo”. Pero el nuevo modelo —nos ilustra el artículo de El Espectador—, que consistía en crear una asociación de instituciones encabezada por la Secretaría de Gobierno, no resultó, de modo que las obras locales se atrasaron. Súmele a la ecuación la infame eficiencia del IDU y el disparate de encargar al secretario de Gobierno para coordinar la ejecución de las obras de la malla vial local.

Mientras tanto, los cráteres asesinos, las alcantarillas destapadas y los separadores rotos del Transmilenio (que para ser justos no son sólo de ahora) seguían haciendo estragos.

Para salir del hueco —en el que aún reposa un tesoro de $880.000 millones de pesos del presupuesto del cuatrienio— se expidieron decretos, se tomó cafecito, se hicieron más reuniones y, por último, hace unas tres semanas, el secretario de Gobierno de Bachetá D.C. les permitió a los alcaldes locales usar esos $168.000 millones para remendar con ellos lo que bien pudieran.

Así, la historia que investiga J.C. Maldonado es tan pavorosa como el acrónimo de una Unidad Administrativa Especial: la Uaemerv, encargada de arrojar los datos sobre rehabilitación y mantenimiento vial. Por la Uaemerv sabemos que, mientras en 2010 se arreglaron 659 kilómetros de vías, el año pasado se repararon sólo 148 kilómetros de los 7.000 que están en mal estado.

Y si el lector aún no siente un delicioso escalofrío, piense que el costo calculado para rehabilitar las calles se calcula en $11 billones, mientras que Petro tiene un presupuesto de escasos $1,5 billones. Así que, bachetanos, nos espera mas adrenalina en el espeluznante cuento de transitar por el Distrito Cavidad, porque no hay ni remotas esperanzas de tapar este agujero.

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