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Bingo

José Fernando Isaza
10 de abril de 2014 - 02:16 a. m.

Una secta que contribuye a la infelicidad humana es la de los fundamentalistas.

En países en los cuales la religión no está separada del Estado, pertenecer a una minoría laica es casi sinónimo de muerte. En otros, cuando fundamentalistas religiosos llegan a detentar el poder lo usan para perseguir a quienes no comparten sus principios. No me voy a referir a estos. Otros que también contribuyen a la mortificación ciudadana son los fundamentalistas alimenticios (FA).

Una nueva y peligrosa secta está recorriendo el mundo: los veganos. Los lactoveganos no comen derivados de la leche y los ovoveganos nada que tenga huevo. Son prohibidas las grasas, las carnes, los pescados, las frutas que están todavía en los árboles, sólo se consumen las caídas. Su dieta es más estricta que la recomendada a los gotosos. A éstos les están prohibidas las carnes rojas, los mariscos, los pescados de carne oscura, los licores destilados y los fermentados, todas las grasas, los fríjoles, las arvejas, el tomate, el arroz; parece que pueden comer pechuga de pollo, sin piel, asada. Así no tenga relación con el ácido úrico por principio, también se les prohíbe el café, para amargar más al paciente. Es conocido el chiste de un paciente que le dice al médico, después de oír la lista de las prohibiciones: “Entonces, sólo puedo comer m…”, y el otro le responde: “Sí, pero poquita”. Desde la Grecia clásica se conoce un alcaloide que permite reducir los ataques de gota sin una draconiana dieta.

Esporádicamente se publican estudios que atacan a los FA. En el Journal of Agricultural and Food Chemistry, un artículo permite exclamar “¡bingo!”. Las carnes asadas tienen excelente sabor; en su proceso generan hidrocarburos aromáticos que pueden aumentar la posibilidad del cáncer de colon. Para amargura de los FA, se encontró que marinar las carnes con cerveza impide la formación de sustancias potencialmente cancerígenas. Una combinación gana-gana.

Los FA hubieran preferido soluciones del tipo no comer carne, o si se debe comer, que sea magra, hervida, ojalá sin sal.

La simple observación de la naturaleza no avala las ventajas de una dieta sin ninguna proteína animal. Es difícil aceptar la supremacía de una vaca, vegetariana, sobre un león carnívoro. Éste sólo requiere de un estómago para digerir su presa, la vaca cuatro; también debe digerir la parte leñosa del pasto.

La conveniencia de incorporar vegetales a la dieta tiene un problema para quienes viven en Bogotá: parte de las hortalizas están aguas abajo del río y éste se usa para riego, después de disolver los desechos orgánicos de más de nueve millones de personas y los residuos industriales, en los cuales hay metales pesados. Las verduras se comercializan como “producción orgánica” por no requerir abonos químicos; son suficientes los naturales que reciben del riego. ¿Qué hacer? Morirse de hambre o pensar que el sistema inmunológico es lo suficientemente eficaz.

Después de campañas centenarias contra el consumo del café, en parte porque se lo asocia como estimulante de las reuniones subversivas, hoy, para bien de la humanidad, se reconoce que esta droga suave, la cafeína, además de permitir pensar, tiene propiedades digitalizadoras del ritmo cardíaco y contribuye a detener el avance del alzhéimer, otro triunfo contra los FA. Es bueno recordar la definición de matemático: “Un objeto que transforma cafeína en teoremas”.

 

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