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Brasil: tristeza sin fin

Columnista invitado EE
12 de marzo de 2015 - 04:51 a. m.

La situación actual de la economía brasileña se amolda bastante a lo que proclama melancólicamente una de sus más famosas canciones: “tristeza no tiene fin, felicidad sí”.

Tras cuatro años de crecimiento bajo e inflación elevada, las perspectivas para 2015 son desalentadoras. Además de seguir sufriendo con la caída del precio de las materias primas y la moderación de la actividad económica de algunos de sus principales socios comerciales, este año el país sentirá el efecto de un inevitable ajuste de su política económica. Después del fuerte deterioro de las cuentas públicas causado por el tono expansivo de la política fiscal, el Gobierno ya ha empezado a recortar gastos y aumentar impuestos. Por otro lado, el banco central sigue endureciendo las condiciones monetarias con el objetivo de anclar las expectativas de inflación tras algunos años de mayor tolerancia con el aumento de los precios.

Si esto no fuera suficiente, el país vive un episodio de escasez de agua y de electricidad. Esto no se debe sólo al desfavorable régimen de lluvias, sino también a las insuficientes inversiones en el sector, hasta el punto que no se puede descartar un racionamiento generalizado de electricidad. En todo caso, un aumento de 30% a 40% en las tarifas eléctricas, que afectará de manera importante las finanzas de las empresas y de las familias, es ineludible.

Asimismo, el reciente escándalo de corrupción que involucra a Petrobras y a las principales empresas constructoras del país ha generado una hecatombe en la política nacional y ha reforzado las presiones bajistas sobre la actividad económica. Las consecuencias de la crisis en la principal empresa del país son impredecibles, aunque seguramente negativas.

En este entorno, en el mejor de los casos, el crecimiento del PIB en 2015 estará cercano a cero; una fuerte recesión no puede ser descartada. Además, la inflación seguirá elevada, alrededor de 7%, como resultado de la fuerte depreciación del real brasileño y de los aumentos de los precios de productos y servicios regulados por el Gobierno, que se mantuvieron en niveles artificialmente bajos en los últimos años.

*Enestor Dos Santos

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