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Buenas noches, buena suerte

Alejandro Gaviria
22 de febrero de 2008 - 12:28 a. m.

En los días previos a la marcha del 4 de febrero, el ex alcalde de la ciudad de Bogotá Antanas Mockus escribió un comentario editorial en el que argumentaba, palabras, palabras menos, que Manuel Marulanda y su banda de criminales son “hijos de la frialdad de la guerra fría”.

Las Farc, decía Mockus, hacen un uso estratégico del homicidio condicionado, del poder arbitrario sobre la vida de los otros. Las Farc no son simplemente una organización de asesinos: son también un grupo dedicado a la manipulación estratégica de los sentimientos humanos. Sus métodos parecen copiados de la Teoría del Conflicto de Thomas Schelling, uno de los grandes legados intelectuales de la guerra fría.

Pero la analogía de Mockus es incompleta. O mejor: es mucho más rica de lo que parece. La similitud entre el presente colombiano y el pasado de la guerra fría no termina con el uso racional de la intimidación y la fuerza destructora. La marcha del 6 de marzo ha revelado otra similitud entre la guerra fría y la situación colombiana del presente: el macartismo. La lista de sospechosos crece todos los días. Los enemigos del Ejército o de las instituciones están por todas partes: en los medios de comunicación, en las universidades, en las oficinas públicas, etc. En fin, la suspicacia de los acusadores parece tener mucho más de imaginación que de razón.

Si un medio de comunicación invita a la marcha por medio del expediente sencillo de transcribir las palabras de sus organizadores, los acusadores no se limitan a criticar el hecho. Van mucho más allá, suponen inmediatamente motivos ulteriores, intenciones antipatrióticas. “Porque esa página fue escrita con la obvia intención con que se escriben todas las de su género, que es la de servir como argumentos de autoridad en los escenarios izquierdistas del mundo para derrotar a Colombia, humillarla y rebajar sus gloriosas Fuerzas Militares a la condición de una banda de truhanes o de una gavilla de asesinos”. La conspiración es siempre la primera hipótesis de los conspiradores, un tema común en la teoría de la estrategia y en las historias y ficciones de la guerra fría.

Y de las muchas historias de la guerra fría, quisiera recordar una sola: la confrontación entre el presentador de televisión Edward Murrow y el senador Joseph R. McCarthy, narrada recientemente por la película Buenas noches, buena suerte, filmada en blanco y negro y dirigida por George Clooney. Los hechos narrados hacen parte de la historia: son anécdotas que no caben en una columna de prensa escrita en otro país y en otro tiempo. Pero las palabras de Murrow siguen teniendo importancia. Siguen siendo una advertencia necesaria ahora cuando los acusadores insisten en confundir la discrepancia con la conspiración, en ver la realidad en blanco (nosotros) y negro (ellos), como la película de marras.

A veces, como dijo alguna vez Roberto Bolaño, no nos queda más remedio que ponernos demagógicos, que subir el tono. Termino entonces con las palabras de Murrow: “no podemos confundir el disenso con la deslealtad. Tenemos siempre que recordar que la acusación no es prueba, y que la condena depende de la evidencia y del debido proceso. No ponemos andar temerosos, unos de los otros. No podemos permitir que el miedo nos domine en esta época de la sinrazón… Este no es el momento para guardar silencio”.

 agaviria.blogspot.com

 

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