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Buenos bronces a Chávez

Lorenzo Madrigal
10 de marzo de 2013 - 11:00 p. m.

¿Lo creyeron un payaso?, pues, miren ustedes, era "un gran líder latinoamericano". Tal cosa tuiteó el alcalde mayor de Bogotá, a la muerte del presidente vitalicio, Hugo Chávez Frías.

Da a entender el alcalde Petro, seguidor cercano de Chávez, que de todos modos el líder tenía la apariencia de un payaso. Con todo el recuento que hicieron los noticieros del personaje fallecido, unas veces insultando, otras brincando, otras cantando (otras expropiando a los gritos), finalmente rezando con unción conmovedora, el acumulado dio un resultado circense. Razón tenía el tuitero.

Muy grande, sin embargo, fue Hugo Chávez en cuanto el pueblo siguió su cadáver clamorosa y multitudinariamente. Tocó el alma popular y vio por la población olvidada y desfavorecida, si bien en contra de la acomodada, media o rica. La lucha de clases fue su legado. Reivindicación popular sí, pero fundada en el odio y el desafío, para desestabilización de los estados. Como él se sentía Cristo Redentor, dirá, desde el más allá, que él tampoco vino a traer la paz a la tierra, sino la guerra.

Su muerte, dentro del misterio comunista (tipo Andropov), me trae esta otra reflexión: más vale no haber sabido mayor cosa de cómo fueron Santander o Bolívar íntimos, o Martí o Juárez, y solamente conocer los respectivos mitos que se crearon en su memoria y los monumentos visitados por las palomas del parque.

Si Petro habló de payasadas es porque en realidad su líder parecía un payaso y aletargaba a su pueblo con horas de transmisión, ofreciéndole opinión y entretenimiento, pan y circo. Chávez se movía dentro de lo vulgar, lo que para muchos llegó a ser un delicioso coloquio, a la larga insoportable. Este mismo hombre pasará al bronce y a la historia con caracteres de grandeza, para ejemplo de la juventud.

Es irritante haber sido contemporáneo de hechos, que años más tarde van a contarse deformados, cuando ya nadie puede contradecirlos. Y lo histórico se deforma tanto para bien como para mal.

Paz en su tumba, buenos bronces (ojalá no tan malos como el de Tirofijo, en Caracas) y créese el mito del gran hombre, así no corresponda a lo que vimos en directo y al menudeo. Pero que al menos los expresidentes colombianos recuerden las amenazas que le hizo a nuestro país, los Sukhoi dispuestos, las tropas desplazadas a la frontera, la guerrilla instalada en su territorio y la insolencia contra nuestro mandatario, no importa que éste no fuera de nuestras simpatías internas. El mito de Chávez nos llevará a venerar al agresor, que es como “ besar el puñal del asesino, a trueque de vivir”.

A los líderes de izquierda los embalsaman; los de derecha se vuelven polvo (“...Polvo de Codro, polvo de Pericles, polvo de Simón / la muerte llega y todo será polvo”. Porfirio).

 

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