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Cálculo político y apariencias peligrosas

Ernesto Macías Tovar
07 de mayo de 2013 - 11:00 p. m.

No es cierto que las apariencias engañan, traicionan porque colocan a cada cual en su lugar. Por lo general, quien vive de apariencias le ocurre lo que al avestruz: esconde la cabeza pero su cuerpo la delata.

Es de público conocimiento que el presidente Santos ha venido cayendo en las encuestas, casi en todos los aspectos y, a pesar de ello, ha mantenido cierto nivel de aprobación en el manejo de las relaciones internacionales, gracias a su estrecha amistad, casi sumisión, con la dictadura venezolana.
Y como versado jugador de póker, Santos ha sabido moverse con gran habilidad en el terreno de las apariencias y, por ende, actúa con fino cálculo político; no de otra manera hubiese sido ministro de Gaviria, de Pastrana y de Uribe, ni tampoco hoy sería presidente de la República. Sin embargo, las apariencias son insostenibles.

En este caso, del tan cacareado restablecimiento de relaciones con Venezuela, quizás a Santos le haya ido bien, aparentemente; pero a Colombia, sin duda, muy mal. Por ejemplo, la balanza comercial entre los dos países de lejos se ha inclinado en contra de nuestros exportadores porque las ventas de aquí para allá son nulas, debido a la cultura del no pago creada por la dictadura chavista y a la estrepitosa devaluación del Bolívar que dejó por fuera del mercado a los importadores venezolanos.

En lo político ni hablar. Santos, de la noche a la mañana y como buen calculador, convirtió a su archienemigo en “nuevo mejor amigo”, y de protector de cabecillas del grupo terrorista Farc lo convirtió en validador del proceso que busca la impunidad para sus delitos de lesa humanidad. Lo grave para Colombia es que aquel temor reverencial que ejerció el presidente Santos con Chávez, desde el 7 de agosto de 2010, lo trasladó a su heredero a quien, además, le ayudó a legitimar el fraude electoral que lo tiene presidiendo un gobierno espurio.

Ese temor reverencial de Santos al señor Maduro quedó evidenciado a raíz de los hechos de la semana anterior, cuando el presidente por asalto del vecino país sindicó al expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez de fraguar su asesinato y de estar detrás del homicidio de un periodista deportivo en Venezuela. Santos, para salvar apariencias con sus nuevos amigotes, guardó cómplice silencio.

Qué diferencia, entre un calculador político y un estadista. Cuando el cabecilla Paramilitar Mancuso culpó a Juan Manuel Santos de tener vínculos con su grupo criminal, el presidente Uribe, en su momento, sin titubeos y frente a los medios, dijo: “…yo creo en la integridad moral del doctor Santos”. Y cuando las autoridades de Ecuador decretaron cárcel para Santos, ya exministro, el mismo Uribe respondió: “…la orden de captura contra el exministro Santos es una amenaza para los colombianos"; y, seguidamente, ante el pedido de extradición de ese país, Uribe dijo con firmeza: “Mi gobierno tiene toda la determinación para proteger al ex ministro de Defensa (Santos) y a los altos mandos”.

El presidente Santos podrá vivir de las apariencias pero no puede someter al país a sus cálculos políticos. Colombia no puede permitir que su presidente lo lleve hasta allá. Es preferible morir de pie, a vivir arrodillado.
@emaciastovar

 

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