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A cambiar de gobierno

Rodolfo Arango
08 de mayo de 2013 - 11:00 p. m.

Paperos, cacaoteros, cafeteros, arroceros, lecheros, pequeños industriales, indígenas, negritudes, estudiantes, sindicalistas, trabajadores independientes, todos coinciden en afirmar que los tratados de libre comercio firmados por Colombia en los últimos años son injustos e inconvenientes para el país.

Esta oposición tiene la salida a la vista: organizarse en torno a un partido político que llegue al poder y renegocie los TLC ya firmados para bien de todos los afectados y a favor de la totalidad de la población, no de una pequeña parte de ganadores.

Los gobiernos de Pastrana, Gaviria, Uribe y Santos han traicionado los intereses de las enormes masas de ciudadanos lesionados por los TLC. Unos y otros han representado a unas élites estrechamente relacionadas con intereses internacionales sin sensibilidad social ni compromiso con el grueso del pueblo colombiano. Los estudios de la Contraloría General de la República, de la mano del prestigioso economista Luis Jorge Garay, muestran que la economía y el medio ambiente nacionales acaban perdiendo más que lo que ganan con el actual marco de negociaciones internacionales.

En el contexto de un proceso de paz que nos conduzca efectivamente hacia la concordia, un gobierno dispuesto a hacer respetar los intereses de sus pobladores y a satisfacer las necesidades de lucha contra la pobreza y la desigualdad, no simplemente con cambios de medición o metodología, es más idóneo y legítimo para llevar a buen término unas reformas constitucionales que ahonden y extiendan la democracia y los derechos humanos. Con paciencia, constancia y la seguridad de contar con las mejores razones de su lado, los sectores productivos, sociales y culturales en desacuerdo con la dirección política de los asuntos públicos deben unirse en un gran frente para exigir el cambio de régimen en las urnas.

En épocas aciagas, de turbulencia e incertidumbre, surgen grandes posibilidades. El saqueo de los recursos naturales y humanos por maximizadores de ganancias nacionales e internacionales debe cesar. A la oposición política corresponde convencer y movilizar al gran electorado, mediante una propuesta clara y ponderada, democrática y republicana, para representar a la sociedad en los próximos lustros y guiarla en negociaciones internas y externas, de paz y de comercio, a un puerto más digno y seguro. En ese programa, la recuperación de una educación pública digna, con amor propio, de calidad, justa y equitativa, es fundamental.

Es responsabilidad de la oposición reemplazar una clase política que con su pragmatismo y corrupción ha sumido a las grandes mayorías del país en la apatía y el escepticismo. Corresponde a la izquierda democrática unir todas las voces para representar a los millones de personas desempleadas o subempleadas, víctimas de la violencia, trabajadores explotados, campesinos arruinados, minorías discriminadas, comerciantes e industriales quebrados. Con tal fin, la oposición depurada y reorganizada debe ofrecer al país un programa sustantivo, claro, no basado en el odio de clase y viable para asumir las riendas del gobierno del país con ecuanimidad, justicia y buen criterio.

 

 

 

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