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Camila Abuabara

Antieditorial
02 de marzo de 2015 - 12:11 a. m.

Mucho se ha hablado del caso de Camila Abuabara, y ojalá continuemos y tengamos para rato y para siempre.

Conocí muy de cerca el caso de Camila y quiero expresar mi desconcierto, no con la actuación de la EPS Sánitas, de la que ni vale la pena hablar, sino con la del ministro Alejandro Gaviria, quien se convirtió en una persona clave en las decisiones que se tomaron.

En honor a la verdad debe aclararse que, de no ser por el señor ministro, Camila nunca habría sido enviada al MD Anderson de Houston para que recibiera el tratamiento experimental. Sin embargo, no entendemos su radical cambio de posición cuando un juez de la República le concedió a Camila las medidas cautelares para que su trasplante, fase final del tratamiento, se realizara en Estados Unidos.

Lo reprochable no es que el ministro Gaviria haya defendido los recursos de la salud como un gladiador, como lo llamaron alguna vez, sino la forma en que lo hizo. El señor ministro, con sus entrevistas y algunos mensajes en Twitter, desdibujó a Camila como si fuera una abusiva y caprichosa, ocultando información que habría desarmado a muchos de los que actuaron en su contra.

Me refiero específicamente a que el costo del tratamiento debía estar a cargo de la EPS Sánitas, no como entidad prestadora del servicio de salud sino como un agente causante de un daño. Su defensa debió ser más sensata y, en lugar de insinuarle al juez que estaba prevaricando, debió simplemente aclararle que el costo del trasplante no podía ser recobrado al Fosyga por tratarse de un caso de responsabilidad exclusiva de la EPS.

Y detrás de él no faltaron quienes lo han felicitado por su defensa y, al tiempo, se dedicaron a matonear a Camila en las redes, desconociendo que mientras todo esto pasaba los verdaderos oportunistas estaban interponiendo tutelas para obtener cirugías plásticas o exigiendo para sus familiares de la tercera edad servicio de enfermería mientras se van de vacaciones o, peor aún, personas con sobrepeso comiendo en cantidades para tener problemas de salud y poder exigir el balón gástrico.

Deben ser los mismos personajes que cotizan sobre el mínimo y ya con eso se creen con derecho a ir al médico cada 15 días por cualquier dolor de cabeza robando insumos, tiempo y logística a los enfermos de verdad. Qué poco se sabe en Colombia sobre la solidaridad en un sistema de salud.

No podemos desconocer que en Colombia, además de las falencias de las EPS, los usuarios también abusan del sistema e incluso las IPS, pero injustamente algunos le hicieron la guerra a Camila, quien curiosamente sí estaba en todo su derecho de exigir langosta. Nunca sabremos qué hubiera pasado si le hubieran permitido el trasplante en Estados Unidos, como lo pedía a gritos.

P.D. En múltiples entrevistas el juez 28 penal municipal, que ordenó en un principio el trasplante a Camila en el extranjero, contó en los medios de comunicación que no quería que le pasara en este caso lo mismo que en uno del pasado cuando su fallo de tutela salió tarde y un paciente murió. Qué pensará ahora, que por falta de pantalones revocó la medida, hizo devolver a Camila y ahora falleció. Lleva dos.

P.D. Mi reconocimiento a los médicos y personal de la clínica Las Américas, quienes hicieron todo lo posible por salvarle la vida a Camila.

 

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