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Campanazo

Salomón Kalmanovitz
12 de mayo de 2013 - 11:00 p. m.

Los datos de las exportaciones de marzo pasado fueron malos: caída del 20% de los ingresos, comparados con 2012.

El rubro más afectado fue el de petróleo y minería (-23%), seguido por alimentos (-17,5%) e industria manufacturera (-12,6%). El Gobierno ha venido anunciando varias acciones para contrarrestar el deterioro de la industria y de la agricultura, a lo cual se debe sumar ahora preocupación por la locomotora minera, estrella de su plan de desarrollo. Los ingresos públicos se verán reducidos.

Las medidas buscaban debilitar la tasa de cambio, mediante compras del Banco de la República y del propio Gobierno, y al permitirles a los fondos de pensiones invertir más en dólares. Si esto fuera obligatorio, significaría detrimento patrimonial para los que tienen que invertidas sus mesadas en estos fondos privados, ante lo cual ha habido vacilaciones y retraso en la regulación. No hubo fuerza para imponerle trabas a la entrada de capitales, lo cual hubiera tenido algún efecto mayor, aunque de hecho la inversión de portafolio ha liquidado posiciones, contribuyendo al deterioro de la Bolsa Colombiana de Valores (con un índice que superó los 15.200 hace tres meses y hoy está en 13.190).

De hecho, el dólar se ha fortalecido, pero no por obra de nuestros economistas, sino por mayores evidencias de que Estados Unidos está saliendo de la recesión con la recuperación del mercado de vivienda y del crédito. La política muy expansionista del Banco de Japón ha propiciado también el debilitamiento del yen, cuya contrapartida es el fortalecimiento del dólar. El mismo fenómeno le propinó una caída al oro del 10%, afectando uno de nuestros florecientes renglones mafiosos de exportación.

En las minutas de la última reunión de la Junta del Banco de la República se defiende no bajar más las tasas de interés, con base en que el Gobierno ya estaba tomando acciones contra el debilitamiento de la actividad productiva. Se trata de una apreciación subjetiva, pues hasta ahora la administración ha mostrado incapacidad de ejecución: el sector público terminó el año pasado con un superávit de caja. Más evidente es que el gasto adicional en obra pública, de $700.000 millones, es sólo 0,1% del PIB y el que va a financiar vivienda nueva, mediante subsidios a la tasa de interés, es incierto. De esta forma el multiplicador de los planes de gasto del Gobierno es bajo y no sobraba darle un mayor estímulo monetario a la economía.

El Gobierno no ha cambiado su proyección de crecimiento del 4,8%, convencido de que los anuncios que haga afectarán las expectativas de los agentes y éstos se pondrán a invertir y gastar alegremente. Los análisis de varios bancos evidencian un crecimiento muy bajo durante el primer trimestre, pero, no se sabe de dónde, proyectan una fuerte reactivación en los tres trimestres que faltan, para crecer 4% en 2013.

Los términos de intercambio tan favorables que tuvimos y que fueron el motor de la economía entre 2003 y 2012, parece que se acabaron. Han pasado su cuenta de cobro los factores que nos impidieron aprovecharlos: clientelismo, corrupción y escasa capacidad estatal. No se construyó infraestructura y poco avanzamos en educación.

Se puede proyectar que habrá una tasa de cambio más devaluada, que favorecerá una mayor producción industrial y agrícola, mientras que la recuperación de Estados Unidos puede terminar por impulsarnos. Pero persistirán las instituciones clientelistas que nos impiden progresar, mientras no las revoquemos.

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