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Campus Unviersitarios y Ley Lleras 2

Carolina Botero Cabrera
25 de enero de 2013 - 05:56 p. m.

Hace 30 años aprendí a montar bicicleta con mi familia en el campus de la UNAL, entrené nuestro primer cachorro y vagabundee buscando la exposición de arte o el cuentero de ocasión.

Un día no pudimos volver por “problemas de seguridad”. Al principio lo resentimos pero con el tiempo nos acostumbramos a no ir “sin necesidad”. Nos acostumbramos a cercas, a permanentes puertas cerradas, a requisas y a justificar nuestro ingreso. Para mis hijas la ciudad blanca ya no es parte de sus recuerdos.

El domingo a las 7am salí a pasear en el campus de la Universidad Abierta de Yakarta y sorpresivamente me encontré rodeada de familias que jugaban gallito, montaban cicla, que paseaban. Hace semanas durante una visita a la Universidad de Antioquia, después del usual ingreso tortuoso, a la salida mis compañeras del día pidieron que no permitiera la requisa de los guardias, me indicaron que así resistían la idea de “dar seguridad” cediendo el espacio de la buena fe, pues la presunción detrás de esto es la mala fe.

En Colombia en nombre de la seguridad hemos cedido espacios personales y colectivos sin preguntar sí sirvió: ¿Quién se benefició?, ¿Cuál es el perjuicio?, ¿Qué opciones tuvimos?, ¿Cuál es el balance?

Los campus universitarios (incluso suele ser así aunque sean privados) son bienes comunes abiertos a la sociedad que están pasando a ser exclusivos de unos cuantos con su consecuente costo social. Seguramente los cerramientos evitan malos usos, pero también previenen los buenos, los que construyen comunidad y ciudadanía. Envidio a los Indonesios que con sus propios problemas mantienen la seguridad de pasear en familia allí, pienso en almas rebeldes de nuestras ciudades que mantienen la ilusión de prevenir parte de estos cerramientos y me culpo por mantener en silencio mi disconformidad.

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Cerrando la columna leo que la Corte falló esta semana demandas contra la Ley 1520/12 (Ley Lleras 2) y la tumbó. Aun no hay noticia oficial, mucho menos sentencia, por lo que haré comentarios cuando sepa más. Por ahora repito que del afán no queda sino el cansancio y me pregunto ¿cómo empacará este regalo el Presidente Santos?

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