Caos caleño

Iván Mejía Álvarez
22 de agosto de 2017 - 04:40 a. m.

Juegan como equipo de la B. Sus futbolistas y cuerpo técnico no parecen tener noción de la importancia de representar al América. Los dirigentes parecen abrumados ante la avalancha de los acontecimientos que los está llevando directamente hacia el descenso. Los hinchas sufren y sufren al ver tanto despropósito en la cancha y en los escritorios.

El América sigue empecinado en volver a la B y su última actuación ante Millonarios fue paupérrima, lamentable. Fue un equipo sin alma, sin fútbol, sin juego, de timonel perdido, que no encuentra soluciones tácticas, y todas las voces indican que se fraguó un monumental desmadre en las contrataciones de los refuerzos entre el apoderado del técnico, el mismo Torres y la dirigencia. A Tulio Gómez, hombre de buenas intenciones, le metieron la mano al bolsillo y le trajeron unos paquetacos que ni para la segunda división. Loboa, Botinelli, Fernández, Lizarazo, Blanco, Bernal y Silva no dan la medida, no han reforzado nada, cobran durísimo y juegan muy poquito. La calle se llena de versiones sobre la presencia del apoderado de Torres en las negociaciones y cómo se estarían manejando los refuerzos.

Sufre también el Cali que, llevado de la mano por un soberbio y engreído presidente que tiene sueños de Florentino, hace una irregular campaña. Su técnico es menor, en conocimientos y en capacidad operativa. Anda totalmente perdido y sus últimas dos salidas lo comprometen en planteamientos ultradefensivos y ridículas alineaciones. Cárdenas pasa hambre con la nevera llena y su visión del fútbol no la entienden sus jugadores, y mucho menos el hincha. Su dimisión puede ser cosa de horas, pero Martínez no quiere aceptar que volvió a fracasar, que ha recibido mas de $40.000 millones en ventas de jugadores, que tiene el fútbol como un negocito para producir y vender, olvidándose de la esencia de ser campeón. Los socios le cobrarán tanta miopía, prepotencia y arrogancia en las próximas elecciones y entonces volverá a ser el mismo don nadie.

Otrora centro de atención como potencia futbolística, hoy Cali es epicentro de dos equipos que se debaten en medio de la pobreza de sus equipos, pero que llenan páginas con la violencia de sus barras y el poder destructivo. Parece increíble, pero el Tuluá, compañero eventual de sede en el Pascual, tiene mejores resultados. Juega mejor y no lleva hinchas, no produce bochinches y viene saliendo del descenso.

Lástima. Cali era centro futbolístico del país hace unos años. Hoy da pena…

 

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