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Capataz vs. justicia

Ramiro Bejarano Guzmán
22 de enero de 2008 - 05:11 p. m.

En una calculada carta, Uribe negó haber hablado con magistrado alguno de procesos contra parapolíticos, por lo que le pidió al presidente de la Corte Suprema, César Julio Valencia Copete, rectificar lo que dijo en la entrevista con Cecilia Orozco en El Espectador, acerca de que el Primer Mandatario lo llamó para expresarle su molestia por el llamado a indagatoria de su primo Mario Uribe, y por el comportamiento de un magistrado auxiliar.

Por fortuna, al mando de la Corte está un hombre que no se arrodilla. Así lo demostró su respuesta en la que recordó que el Presidente sí lo llamó, desde Nueva York, cuando el magistrado estaba reunido con el Delegado de las Naciones Unidas, el 26 de septiembre de 2007, para expresarle “en tono molesto su preocupación por la citación a indagatoria del senador Mario Uribe Escobar, como también sobre ciertos hechos relacionados con el paramilitar apodado ‘Tasmania’”.

Le creo a César Julio Valencia. Soy testigo de que es hombre pulcro y serio. Uribe no desconoció esa llamada, la cual coincide con otra abusiva conversación suya con el magistrado Iván Velásquez, en la que reconoció haberle hablado también del caso de Tasmania. El mandatario está desesperado por la suerte de su primo, lo cual si bien es personalmente comprensible, no lo exime de la imborrable falta de llamar al presidente de la Corte y al magistrado auxiliar que sustanciaba un asunto de su interés familiar.

Una vez Valencia anunció que nada tenía que rectificar, Uribe lo denunció penalmente, pero, eso sí, no rectificó ni el calificativo de farsante con el que delante de todo el país lo insultó meses atrás, ni la calumnia de que tiene parientes suyos nombrados en la Fiscalía de Iguarán, afirmaciones por las que deberá responder judicialmente.

A Uribe le gusta tener sometida la justicia y por eso ha hecho de todo en las Cortes y desde ya promueve a Camilo Ospina, su embajador en la OEA y ex ministro de Defensa, como su futuro Fiscal, para asegurarse de que sus abusos sean perdonados y aniquilados sus críticos.

Indigno un presidente que convierte en testigos a sus obsecuentes subalternos e intenta poner de su lado al Procurador y al Fiscal, provocando pronunciamientos tergiversados. Eso es propio de quienes viven entre coartadas, no de un jefe de Estado. Así lo recordará la historia, y lo censurará la comunidad internacional, que asombrada ve que el mandatario acosado por los pleitos de parapolítica, en medio de la grave crisis con Venezuela, denuncia a la cabeza de otra rama del poder. Si eso no es un tirano entonces ¿qué es ?

No está ni tibio Uribe si cree que por cuenta de los ataques de Chávez —con los que jamás estaremos de acuerdo— puede ultrajar a la justicia; o nombrar como gobernador de Córdoba, un departamento que conoce al dedillo, a un señor vinculado con paramilitares; o guardar silencio frente a la condena de su aliado Dieb Maloof; o gobernarnos como maneja “El Ubérrimo”.

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Adenda. Recojo el guante que con socarrona cobardía lanzó el taxónomo del régimen, Alejandro Gaviria, quien la semana pasada clasificó en forma insultante las opiniones adversas al Gobierno al que tanto le sigue debiendo. Con su proverbial arrogancia autocalificó su actitud como no arbitraria. Según el ambiguo ex subdirector de Planeación de Uribe, el único que piensa acertadamente es él, los demás no, sólo porque no tenemos los mismos intereses suyos en el Gobierno. Fue obvio que con su taimada postura hacía méritos o cumplía el encargo de insultarnos en clave a varios columnistas, o ambas cosas. Su argumento críptico es igual al discurso mezquino y desleal del otro Gaviria, José Obdulio. La diferencia es que Alejando posa de independiente, cuando tampoco lo es, y acusa a los demás de “dudosa ética”, cuando también carece de autoridad moral para erigirse en censor de la opinión ajena. Debió haber empezado por clasificar los lagartos y oportunistas, donde él es un espécimen fuera de concurso.

notasdebuhardilla@hotmail.com

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