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Cartas de los lectores

Cartas de los lectores
17 de diciembre de 2012 - 11:00 p. m.

¿Cuándo entenderá William Ospina (El Espectador, “Sobre el musgo de estrellas”, diciembre 16) que el cristianismo no tiene que ver con curas ni obispos, que lo único que han hecho a lo largo de la historia ha sido desprestigiar la verdad revelada por Dios?

¿Cuándo entenderá el señor Ospina que el cristianismo es mucho más que una religión, que es una persona: ¡Jesucristo! y que Él nada tiene que ver con lo que ellos predican y practican?

Señor Ospina, ¿tanto que usted ha leído y escrito y no ha aprendido que no es sabio hablar de aquello que ignoramos?

Jorge Alberto Cardona. Ibagué.Matan el almaEn EE.UU., jóvenes abandonados por sus familias en conflicto, autistas, sin afecto, solitarios, resentidos, matan a sus papás, disparan contra sus compañeros de colegio, carentes de amistad pero que sirven de espejo de sus patologías, y luego se suicidan. A esos jóvenes seguramente sus papás, su entorno y los funcionarios “protectores de la familia” antes les han matado el alma.En Colombia, muchos padres en conflicto toman como escudo de guerra a sus hijos y les van matando a pedacitos el alma. Conozco a un papá que no aceptó llevar a su hija cinco minutos antes a casa de la madre para que asistiera a un evento cultural, porque la mamá no le había consultado previamente si podía llevar la niña al espectáculo. Y qué no decir de los hombres que se creen dueños absolutos de sus esposas y de sus hijas, quienes al final desesperadas cometen la locura de irse con el primero que les ofrece mentirosamente momentos de paz. La masacre de Sandy Hook debe alertar a las autoridades de la familia en Colombia y llamar a la reflexión a quienes hacen apología de la destrucción de la familia.Carlos Fradique-Méndez.  Bogotá.Y ahora…Se hace cada vez más difícil conseguir trabajo. Un verdadero trabajo. No aquel en que se gana para sobrevivir, poder pagar impuestos y servicios a tiempo, y comer más o menos a gusto. No, ese no. Un trabajo que permita comodidad y libertad. Que despertar en la mañana para llegar a una oficina no sea el germen de un homicidio. Que trabajar no sea sinónimo de obligación o de sometimiento. Que sea lo que se esperó durante una vida que fuera. Que, como decía Kierkegaard, se alcance esa “feliz oportunidad de la vida: cuando el deseo y el deber concuerdan”. Se ha hecho tan difícil. Carlos Ortiz Bonilla.  Bogotá.Envíe sus cartas a lector@elespectador.com.

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