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Cartas de los lectores

Cartas de los lectores
22 de diciembre de 2012 - 11:00 p. m.

Quiero manifestar mi profundo malestar por el perfil que El Espectador publicó sobre mí el pasado 8 de diciembre, el cual bajo la categoría de “personaje del año” no escatima esfuerzos en estigmatizarme como persona y como funcionaria pública, recurriendo insistentemente a mi fe católica para dar pábulo a ataques personales y discriminatorios que parecen destinados más a incitar contra mí y contra la religión que profeso, odio y violencia entre sus lectores antes que a presentar a un “personaje” que merece ser destacado por sus acciones, con las cuales sus columnistas y la línea editorial del periódico pueden perfectamente discrepar.

Las expresiones incendiarias utilizadas por la columnista Cristina de la Torre: “encarna… la venganza bíblica contra la mujer”, “reducto beligerante de católicos”, “Juana de Arco en cruzada heroica contra el aborto”, “su fe elevada a epítome de la depravación femenina”, “consagra casi todas sus horas a obstaculizar el aborto terapéutico que la Corte autorizó”, “aunque la nuestra es Constitución de un estado laico, quiere contravenírsela por razones religiosas y desde la instancia misma llamada a defender el orden jurídico”, “difícil adivinar qué fuerza misteriosa arrastra a esta mujer al sacrificio de sus congéneres. ¿Acaso la mística, siempre pródiga en llenar vacíos? ¿Flagelo en la otra orilla de las mismas espinas que atormenta a la mujer que aborta: soledad, tristeza, miedo?”, además de ser ofensivas en lo personal, agudizan un ambiente de radicalismo e intolerancia cada vez más palpable en nuestro país y que los medios de comunicación, atendiendo a su responsabilidad social, harían bien en ayudar a moderar en lugar de estimular.

En otra categoría se encuentran las tergiversaciones de la columnista, en las que intenta forzar en mi boca expresiones  opuestas a las que le manifesté en la entrevista, en un ejercicio de ficción novelada que a un connotado opinador de otro importante diario le costó su espacio. Cuando Cristina de la Torre me pregunta si debe prevalecer la vida del nasciturus sobre la vida de la mujer, claramente respondo, como lo he hecho consistentemente a través de todos mis pronunciamientos al respecto en mi larga vida académica, que debe respetarse la vida de los dos. Sin embargo, la columnista tergiversa de la siguiente manera mi afirmación, dando a entender precisamente lo opuesto: “Una idea fija parece poseerla: el derecho a la vida del feto prevalece sobre el de la madre. ‘Hay que armonizar ambos derechos’, corrige. Pero en la disyuntiva suprema, la sentencia de muerte recae sobre la mujer”.

También tergiversa los hechos cuando narra el episodio sobre la “Clínica de la Mujer” de Medellín, evento en el cual la Procuraduría General de la Nación intervino a solicitud y con posterioridad a un amplio reclamo de desde distintos sectores de la sociedad antioqueña que denunciaron presuntas irregularidades en el proceso de estructuración del proyecto y frente a cuyo estudio se ciñó mi actuación como delegada del órgano de control para el cual trabajo, y en ningún momento puso en duda la vigencia de la Sentencia C-355 de 2006 de la Corte Constitucional.

Sin embargo, De la Torre prefirió una versión novelada de los hechos que se acomodara mejor a sus prejuicios ideológicos de la siguiente manera:

“Su intervención alentó levantamiento de la Curia y del ultraconservadurismo antioqueño que, con aplauso de la Procuraduría, redundó en campaña para derogar la norma que autoriza el aborto en tres casos de excepción”.

Respeto profundamente las libertades de prensa y de expresión que les anima a usted y a los colaboradores de El Espectador a sostener distintas posiciones en relación con la legalidad del aborto, así como a sostener una posición crítica frente a la gestión de la Procuraduría  y sus funcionarios, las cuales enriquecen el debate filosófico y fortalecen la democracia de nuestro país; así como reconozco el espíritu de compromiso que las directivas de El Espectador han sostenido con la verdad y con la construcción de una sociedad más igualitaria, más justa, más honesta y más próspera, incluso a costa de su propia vida.

La única razón por la que le remito esta carta es para expresarle mi profunda molestia por el trato injusto que recibí en sus páginas, e invitarlo a reflexión sobre el importante papel que considero deben cumplir los medios de comunicación para canalizar los debates éticos y políticos apasionantes propios de la vida pública, de una forma madura, serena y pacífica, lo cual implica renunciar a la tentación facilista de recurrir al odio y la estigmatización como una herramienta más del debate ideológico.

Ilva Myriam Hoyos Castañeda.

Procuradora delegada de la Defensa de los Derechos de la Infancia, la Adolescencia y la Familia. Bogotá.

¿No valió la pena?

Las afirmaciones de su editorial “No valió la pena” (El Espectador, 12/21/12) son verdades a medias, porque si el alcalde se vio precisado a utilizar volquetas  fue a causa de la no devolución de los equipos adecuados que el Distrito les financió a los privados. Esto no lo contempla su editorial. Si somos justos en el análisis de los hechos y circunstancias, encontramos que era el único camino que tenía el alcalde para enfrentar el inmenso poder del capitalismo salvaje, de la gran prensa y hasta de la Procuraduría, poder que ha luchado mas allá de los límites de la ética y la decencia, para sabotear la acción de gobierno, con ataques frontales a los gerentes y directores del Transmilenio, incitando a la rebelión de la ciudadanía por quitarle los contratos sin control a sus socios los privados, y llegando hasta la destitución de su secretario. . . . ¿Ha divulgado la prensa en forma siquiera cercana a la realidad los beneficios que trae el reciclaje en la fuente, que no es una improvisación más del alcalde, sino una ley trasnochada? ¿O las bondades del SITP, sus rutas y la forma de su operación? Jamás. Se han limitado a criticarlas como medidas improvisadas, y perjudiciales para los contratistas privados.

La arrogancia del señor Petro no me convence ni política ni personalmente. Sin embargo, es el alcalde y me parece que los esfuerzos que ha hecho para defender los intereses y derechos de la ciudadanía bogotana (que juró),  a costa de inmenso costo político personal, merecen mi respeto y apoyo.

Leovigildo Micán Morales. Bogotá.

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com

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