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Cartas de los lectores

Cartas de los lectores
25 de diciembre de 2012 - 11:00 p. m.

Me quisiera referir a su interesante y muy bien documentado editorial “En defensa del patrimonio sumergido” (El Espectador, 12/15/12).

Efectivamente la Cámara de Representantes, por abrumadora mayoría, aprobó ese necesarísimo proyecto de ley, el cual pretende reglamentar nuestro rico patrimonio submarino. Patrimonio amenazado por los dragados en los puertos y bahías, enredado entre las redes de los pescadores, sustraído por buzos recreacionales y expoliado por guaqueros o buscadores de tesoros inescrupulosos. Los robots y los submarinos son cada vez más sofisticados y accesibles y llegan a profundidades inimaginables.

Debo hacer una mínima corrección cuando se afirma: “La Corte Suprema de Justicia ya sentó doctrina sobre el tema y desde 2007 decidió que Sea Search Armada es la compañía que se ganó el derecho a rescatar el San José”. Esta afirmación está parcialmente correcta, ya que aunque se podría decir que efectivamente la Sea Search Armada “ganó” esa batalla legal, se ha de adicionar que la propia Corte Suprema estipula: “…la propiedad allí reconocida, por partes iguales, para la Nación y la demandante, está referida única y exclusivamente… a los que se encuentran en ‘las coordenadas referidas en el Reporte Confidencial sobre Exploración Submarina efectuada… en febrero 26 de 1982’… sin incluir por lo tanto espacios, zonas o áreas diversas”.

El Reporte Confidencial al que hace referencia este fallo limita los derechos de Sea Search a un área de apenas una milla por media milla, alrededor de la localización del objetivo “A”, así que efectivamente la Sea Search Armada tiene derecho, pero solo dentro de esa media milla cuadrada.

Si el galeón San José está dentro del área denunciada, eso falta por verse. Existen opiniones encontradas. El renombrado explorador submarino Tommy Thompson ganó aquí la licitación para verificar si estaba o no allí y concluyó que no había evidencia de naufragio alguno dentro del área denunciada, según sus estudios de sonar e imágenes de video captadas por un robot (ROV). Sin embargo, el recientemente célebre descubrimiento y rescate por Odyssey de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, nave cuyo santabárbara también explotó, demostró cuán difícil es identificar este tipo de naufragios, que se confunden con anomalías geológicas. Los restos de la Mercedes estaban esparcidos en un área del tamaño de siete canchas de fútbol sin presentar restos reconocibles de la nave como tal. Odyssey, con sus sofisticadísimos equipos de última generación que incluían un potentísimo magnetómetro (detector de metales), pasó por encima de la Mercedes sin detectarla concluyentemente, pero el ojo crítico de los operadores y su instinto detectivesco forzaron un segundo paso sobre esa indistinta anomalía y así se encontró la Mercedes, casi que por suerte.

Daniel de Narváez. Bogotá.

 

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