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Cartas de los lectores

Cartas de los lectores
20 de febrero de 2013 - 10:51 p. m.

Todos deseamos llegar al último período de la vida ordinaria del hombre, a esa maravillosa ancianidad, rodeados de quienes durante nuestra niñez y juventud nos acompañaron incondicionalmente, librando bellos momentos con diálogos fluidos y logrando disfrutar de sueños que parecían inalcanzables.

Muchos estudios describen la ancianidad como un estado del espíritu, lo que dificulta la afirmación de cuándo comienza, dado que el envejecimiento varía de persona a persona. Pero muchos efectos nos indican que la persona ha llegado a esa edad; sólo menciónese aquel en el que quizá mayor consideración, atención y dedicación nos llevan al momento de rodearlos con cortesía, urbanidad, y respeto absoluto. Y es cuando la retentiva o capacidad de aprendizaje se pierde en la misma medida que las células mueren.

Es en ese preciso momento en el que tenemos que llenarnos con una conciencia reflexiva, entendiendo que nos llegó el momento de realizar cambios con la comunicación que habitualmente habíamos tenido. Pausa y vocalización en lugar de gritos, palabras sencillas y frases cortas siempre que dialoguemos con ellos, acudir a sinónimos o recordarles situaciones vividas siempre que no nos entiendan y repetirles pacientemente siempre que se requiera.

Nuestros ancianos, atropellados por los cambios que ocasiona este globalizado mundo, empiezan a escuchar términos que no entienden y a desubicarse, no sólo en el tiempo, también en la situación geográfica. Razón de peso para que les ayudemos a comprender la lectura. Muchos nacieron y vivieron con la costumbre de realizar la primera actividad del día leyendo la prensa, como aprendieron a llamar a los periódicos o diarios que generacionalmente todos seguimos leyendo con tan edificante ejemplo. Ellos, por la pérdida de la visión, sólo logran entreleer los titulares sin comprenderlos. Ayudémosles con la comprensión del mismo y desglosémosles con sencillos términos el contenido del tema. Leámosles si es necesario, ellos también quieren estar informados.

Integremos a nuestros ancianos a nuestras conversaciones, teniendo mesura y medida en los temas y la terminología.

A mi viejo, quien sembró y sus frutos dejó. Quien murió tan serenamente como vivió, como los grandes hombres. Anciano y rodeado de sus hijos, así se despidió: “Estoy muy sabroso, estoy muy bien”…

Raúl Moreno Sierra. Bogotá.

 

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