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Cartas de los lectores

Cartas de los lectores
11 de junio de 2013 - 11:00 p. m.

Esta semana recibí varios correos de quienes, como yo, hemos venido interesándonos y aprendiendo de la mano de Enrique Chaux sobre cómo mejorar la convivencia en los ámbitos en que crecen nuestros hijos.

El tema de preocupación fue una columna de El Espectador titulada “Las virtudes del matoneo”, escrita por Julián López de Mesa Samudio, quien resume la situación en su experiencia de vida y considera que, para él, ser matón y haber sido matoneado es parte de crecer, que los niños se autorregulan solos y que el que golpea aprende cuando alguien más fuerte lo golpea. O sea que ojo por ojo y dejémonos de tantas pendejadas. Revisé sus últimas columnas y es una persona que maneja temas interesantes, ha resaltado situaciones invisibles y hace críticas valiosas, pero sin duda la pedagogía no es su fuerte.

Hago una invitación a quienes hablan de temas relacionados con la niñez y la adolescencia a entender que el haber sido niño y adolescente no es suficiente para sentar cátedra y sí pueden en cambio generar retrocesos en la implementación de soluciones a una situación, que, como la convivencia escolar, es crítica para el país.

Ese país en paz con el que soñamos se construye en nuestras familias y de manera muy importante desde las aulas, y es evidente que “el ojo por ojo” y “la letra con sangre entra” no dieron resultado. Es por esto que tantos trabajamos día a día por encontrar unas mejores maneras de acompañar a los hijos y alumnos, de minimizar sus debilidades y de potenciar sus fortalezas.

Así como el líder de opinión muestra a su excompañero Pega-pega como ejemplo de buen ciudadano, hay evidencia de la huella que deja y que coarta las potencialidades de víctimas y victimarios, es probable que en su fugaz encuentro con el exvictimario no lo haya notado. Los estudios más rigurosos, los que siguen a las mismas personas por años, muestran que ser víctima de la intimidación, o del matoneo, aumenta el riesgo de ansiedad, depresión, baja autoestima, desmotivación académica, problemas alimenticios e incluso ideas suicidas. No es cierto que fortalezca el carácter. Es justo lo contrario, lo debilita.

No será que el crecer viendo injusticias y quedándonos callados es por lo que quienes estuvimos en la escuela en los 70, 80 y 90 no hemos podido construir esa sociedad justa, inclusiva, equitativa y en paz. Rehusémonos a que nuestros hijos y nietos crezcan así.

Carolina Piñeros Ospina. 

Directora ejecutiva Red PaPaz.

 

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