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Celos

Fernando Araújo Vélez
14 de abril de 2013 - 01:00 a. m.

Él conoció a Jessica Lange en la mano de King Kong. Fueron dos o tres segundos de belleza. Luego la vio en El cartero llamada dos veces y en Frances.

Fueron casi cuatro horas de deslumbramiento y días de soñar con ella y buscarla en las páginas de los diarios y las revistas. Una noche de aquellas se encontró con el estreno de una nueva versión de Un tranvía llamado deseo, de Tenesse Williams, protagonizada por Lange. Buscó un teléfono público y llamó a Diana, su novia, para invitarla a la función de noche. Ella le dijo que sí. Se encontraron 30 minutos más tarde en los teatros de la Avenida Chile.

La película se inició apenas se sentaron. Jessica Lange apareció en la pantalla. Darío suspiró. Jessica Lange caminó. Habló. Darío volvió a suspirar. Dijo es la mujer más hermosa del mundo o algo por el estilo, pero se lo dijo al aire, porque Diana se había marchado en medio de sus suspiros. Se largó. Se perdió en la noche y luego desapareció un par de días. No fue capaz de admitir que habían sido los celos los que la habían herido, “celos, malditos celos”, como cantaba a veces, riéndose de ella. Cuando tuvo que darle alguna explicación a su novio, le dijo que se había sentido mal, que una escena de la película la había devuelto en el tiempo a oscuros pasadizos. Nada más. Él no preguntó cuáles, cómo, por qué. No tuvo el valor.

Darío empezó a comprender lo que había ocurrido, varios años más tarde, en una cena en la que un escritor de culto había contado varias escenas de celos con su mujer. En una, ella le preguntó dónde había almorzado. Él le respondió que en el Jardín de Diógenes. ¿Qué?, indagó su mujer. Lomo a la tampiqueña, dijo él. Ella rompió en llanto. ¿Qué te pasa?, preguntó el escritor. Que eres un mentiroso, en ese restaurante no venden ese plato, exclamó ella. Dos días más tarde, Darío se metió a un cine cualquiera a ver una película alemana. Poco a poco se fue sumergiendo en la historia y, sobre todo, en la actriz principal del filme. Con el tiempo dijo que se había enamorado de ella, que no lo podía explicar bien. Que había sentido celos, unos celos extraños, cuando la protagonista se besó con un tipo. Y que por eso no volvió nunca cine.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

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