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Cereales y racismo

Juan Carlos Botero
06 de junio de 2013 - 10:54 p. m.

La imagen es conmovedora: una niña de unos seis años coloca sobre la mesa de la cocina, en donde está sentada su madre disfrutando una taza de café, una caja grande y amarilla de cereales Cheerios, y le pregunta: “Mamá, papá dice que los Cheerios son buenos para el corazón. ¿Es verdad?”.

 Su expresión casi adulta de seriedad, con el ceño fruncido, es tan tierna que podría derretir la capa de hielo polar. “Pues... aquí dice que los Cheerios contienen avenas que ayudan a reducir el colesterol”, responde la madre. “Y eso es saludable para el corazón”. La niña esboza una sonrisa, toma la caja y sale feliz de la cocina, mientras que la madre la mira, intrigada. La siguiente imagen es la del padre, quien está tendido en el sofá de la sala, durmiendo una siesta, y al despertar descubre que tiene el pecho cubierto de cereales. El hombre parpadea, confundido, mientras caen al suelo los cereales, y aparece en la pantalla una palabra: “Amor”. La moraleja es clara: la niña, en medio de su inocencia, ha vertido los Cheerios encima del corazón de su padre para ayudarle a cuidar su salud, sin saber que, para que éstos surtan efecto, hay que consumirlos. Como digo: el anuncio es conmovedor. Lo más llamativo, sin embargo, es que esta familia es interracial: la madre es blanca, la niña es mulata y el padre es negro. Y son tantos los insultos y los vituperios enviados a Youtube, que el canal ha tenido que suprimir la sección de comentarios del comercial.

Uno pensaría que hace años ya nadie protestaría por algo así. Pero las pasiones volcánicas de intolerancia y racismo que ha despertado la publicidad sirven para ilustrar un hecho cristalino: a pesar de los inmensos avances que se han logrado en este campo, estamos lejos todavía de la plena tolerancia y de la aceptación racial.

No obstante, es apenas una cuestión de tiempo. Si algo caracteriza a la modernidad es la velocidad en que se están desarrollando los debates más candentes. El matrimonio homosexual, el derecho de adopción de parejas del mismo sexo, el aborto, los derechos de la mujer y de las minorías, se están discutiendo y legislando en cuestión de pocos años. Antes, cualquier asunto de importancia colectiva tardaba generaciones en madurar. Hoy, en apenas una década queda expuesto. Y la razón es que una década de hoy, con la rapidez de las innovaciones tecnológicas y científicas, equivale a cientos de años de tiempos anteriores. Es tal la velocidad de la actualidad que el columnista del New York Times, Thomas Friedman, publicó hace 10 años un libro titulado El mundo es plano, en el que habla del efecto socializador del internet en la comunidad mundial. Sin embargo, en esta década ese tema ha cambiado de manera drástica, pues hoy existe lo que entonces era inconcebible: Facebook, Twitter, el iPhone, Skype, la nube, iPads, Instagram, etc. ¿Cómo será, en efecto, la próxima década?

Sin duda, para entonces el mundo será otra vez otro, y en ese contexto, quien proteste porque en un anuncio figure una pareja interracial, será visto como un cavernícola. Porque si para ese tiempo estas personas no han cambiado de opinión e ingresado a la modernidad, liberal y tolerante, con seguridad sus hijos ya lo habrán hecho, y les dará vergüenza tener padres tan ciegos y equivocados, y tan moralmente anacrónicos.

 

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