Publicidad

“Chuzo” pa’la censura

Ramiro Bejarano Guzmán
22 de noviembre de 2009 - 04:59 a. m.

LA DESAFIANTE FOTOGRAFÍA DE LOS ministros de Agricultura, anterior y actual, saliendo sonrientes del Senado unos minutos después de que se sepultara con precarias mayorías la moción de censura contra el último, retrata el descaro como regla de conducta colectiva.

Un acucioso lector puso a circular la foto comparándola con otras famosas de Al Capone y sus secuaces (http://www.elespectador.com/imagen-foto-de-bejarano-0), tomadas al término de una de las tantas audiencias de la justicia americana a la que eludió con éxito muchas veces, hasta que un buen día lo sorprendió evadiendo impuestos.

No hubo excusas por el festín de Agro Ingreso Seguro. Por el contrario, el ministro Fernández concedió una declaración provocadora, insistiendo en que de ser necesario volvería a considerar la posibilidad de conceder subsidios a reinitas, entre otros probables beneficiarios de los subsidios prodigados por y para el uribismo.

Lo propio se le vio a Uribito, el único candidato en el planeta cuya campaña política consiste en pedirle a las gentes que no voten por él. Como era de esperarse, con la avilantez que lo ha hecho sencillamente detestable, cobró la “apabullante” mayoría de apenas 10 votos que salvaron a su sucesor de una caída segura.

Era apenas natural que en ese Senado presidido por el rey de la marrullería, el muy simpático Javier Cáceres, la moción de censura iba a terminar mal para el país y muy bien para los implicados. La tarea la cumplió a la perfección, porque ya Cáceres navega en el Congreso con la audacia aprendida desde sus épocas de pintoresco concejal cartagenero.

Si se hace el balance, se recordará que Cáceres levantó la sesión el día del debate contra el ministro Fernández, sólo porque las barras aplaudieron la sesuda y contundente intervención del senador Jorge Robledo. La oportuna medida detuvo la paliza que estaba recibiendo el funcionario, del mismo modo que un boxeador tambaleante logra ponerse salvo de la noqueada con el campanazo. El ministro en trance de censura no sólo se libró a tiempo del garrote recibido, sino que además supo aprovechar la interrupción para reclamar que por causa de la suspensión del debate le habían violado su derecho a ser oído. ¡Ah, eso sí!, una semana después, cuando Fernández intervino haciendo gala de su lenguaje chabacano, propio de su pobre cosecha literaria, se oyeron unos aplausos que sin embargo no alteraron al irascible presidente del Senado de la semana anterior. Y para cerrar con broche de oro, el día de la votación de la moción de censura, Cáceres la abrió y cerró tan rápido como pudo, para dejar indemnes las picardías ministeriales.

Lo de Cáceres es patético. Llegó como un don nadie al Congreso, pero una memorable tarde se convirtió en el implacable acusador en el sonado debate de Dragacol, que hizo estragos en el Gobierno y en el conservatismo. Entonces para la campaña política siguiente al Senado, acuñó su pegajoso estribillo “Chuzo, Chuzo, Chuzo, pa’los corruptos” y para asombro de quienes sí lo conocían, se convirtió en el adalid de la moral pública.

Pero los días de gloria de “Chuzo” quedaron en el olvido, porque su militancia uribista lo desnudó de cuerpo entero. La lucha contra la corrupción no era un principio, sino un pretexto político para escalar en la vida pública, que se agotó apenas se asomó a la cúspide del poder. Si no que lo digan los cínicos ministros Fernández y Uribito, salvados de la censura a punta de “Chuzo”.

~~~

Adenda. Todo será, pero gran adquisición haría el uribismo rescatando para la causa a mi buen amigo Héctor Helí Rojas. A ver si por fin alguien hace reír al inquilino de la “Casa de Nari”, aun cuando sea con chistes malos, como el de echarle vivas en las escalinatas palaciegas.

notasdebuhardilla@hotmail.com

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar