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Cine y literatura

Ricardo Bada
19 de noviembre de 2010 - 04:16 a. m.

Creo que sin excepción, cuando hemos visto una película que era adaptación de una novela, todos nosotros debemos haber dicho y sostenido, alguna vez, que...

Creo que sin excepción, cuando hemos visto una película que era adaptación de una novela, todos nosotros debemos haber dicho y sostenido, alguna vez, que las obras literarias siempre son superiores a su versión fílmica. Nadando contra corriente, opino que ese prejuicio debería ser corregido.

Para empezar, porque eso de que la novela es superior a la película sólo se nos ocurre decirlo —y hasta puede que sea cierto— cuando se trata de obras maestras de la literatura: Los hermanos Karamasov, Madame Bovary, Moby Dick, Lord Jim o  Don Quijote de la Mancha. Y no es así en todos los casos, recordemos filmes imperecederos basados en libros no menos fabulosos: Muerte en Venecia, Las uvas de la ira, Lady Chatterley, El gatopardo y la genial Memórias do cárcere, de Nelson Pereira dos Santos, surgida del libro también genial de Graciliano Ramos.

 Para continuar, nunca debemos olvidar que hay películas infinitamente superiores a los relatos en que se basan: ejemplos muy contundentes podrían ser algunas de las creaciones de Luis Buñuel y Stanley Kubrik, como Belle de jour, Diario de una camarera, Ese oscuro objeto del deseo, Spartacus, La naranja mecánica y 2001: Odisea del espacio.

Para seguir, de los filmes basados en novelas casi puede afirmarse, sin temor a errar, que las películas suelen ser mejores que su cimiento literario. El libro Peter Pan, de James Barrie, no vale ni la mitad que su versión en dibujos animados por Walt Disney. Tarzán de los monos, en la reconstrucción de 1990 que incluye la escena donde Maureen O'Sullivan, la mamá de Mia Farrow, se baña desnuda en una laguna de la selva, es harto mejor que la novela de Edgar Rice Burroughs. Y ante una maravilla como Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea, ¿quién recuerda que se basa en un relato del también cubano Edmundo Desnoes?

Y para terminar, permítanme decirles que el fundamento de nuestro prejuicio es la falsa noción de que toda obra literaria forzosamente tiene que ser mejor que su adaptación cinematográfica. El libro goza de un prestigio que lo aúpa muy por encima del filme. ¡Pavadas!, diría Mafalda con infalible puntería.

De todos modos, preciso es reconocer que hay autores cuya magia resulta imposible de traducir al celuloide, y el mejor ejemplo que se me ocurre es el de García Márquez. Lo documento con una anécdota del estreno alemán de la versión cinematográfica de su cuento Un señor muy viejo con unas alas muy grandes. Por aquellos días se encontraba en Berlín uno de los mayores talentos literarios de nuestro idioma, el guatemalteco Augusto Monterroso, quien se removía sumamente inquieto en su butaca durante la proyección. Al final no pudo contenerse y murmuró al oído a su vecina de platea, la escritora argentina Esther Andradi: “Otra más como ésta y el mundo entero nos retira su solidaridad”.

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