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Ciudad de migrantes

Columnista invitado EE
02 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

Bogotá se une a las capitales del mundo cuya posición geográfica, comercial y cultural las hace un centro de recepción de migrantes. Todos venimos de otro lado, pero pocos ponen en duda que pertenecemos a acá. Lo que no es comúnmente reconocido es que la capital también es un centro de recepción de migrantes transnacionales.

Y no estoy hablando sólo de nuestros “extranjeros” arquetípicos; el consabido gringo sin importar su origen real. Bogotá recibe un número importante y difícil de estimar de inmigrantes menos visibles, provenientes de países fronterizos. Este es el caso de miles de indígenas kichwas de la región de Imbabura, Ecuador. Trabajan en varios sectores de la ciudad; comercios formales, ventas callejeras y haciendo presentaciones musicales.

Algunas familias kichwas llegaron hace siete décadas a la ciudad y son en todos los sentidos bogotanos. Al igual que otros grupos indígenas del mundo, se ven afectados por las nociones esencialistas de políticas que asumen que lo indígena pertenece a lo rural. Pero la verdad es que muchos indígenas están reconfigurando su identidad y sus “costumbres” al contexto urbano y cosmopolita. Hoy en día es muy probable que su presencia en Bogotá, más que un efecto de la falta de trabajo en Ecuador o la afluencia comparativa de Colombia, sea el producto de fuertes lazos familiares, económicos y culturales.

Sin embargo, estos migrantes son víctimas de varias formas de discriminación: amenazas de deportación por parte de la policía, particulares e instituciones que no los atienden en emergencias y los mandan a “devolverse a su país”. Ni las entidades de la ciudad, ni la mayoría de sus habitantes tienen en cuenta que pueden estar hablando con ciudadanos colombianos, o que nuestro país y Ecuador han firmado tratados transfronterizos que estipulan que los migrantes temporales tienen derecho a la ciudad. En 2005, la alcaldía de Lucho Garzón reconoció oficialmente la existencia de varios cabildos indígenas urbanos, entre ellos el Cabildo Mayor Kichwa de Bogotá. Esto hace posible que se establezca una dinámica clara entre parte de la comunidad y el Distrito; una relación que genera programas sociales y culturales importantes. Pero en general falta mucho, las instituciones administrativas y policivas de nuestra ciudad, al igual que los ciudadanos, necesitamos tomar la presencia de este tipo de migrantes como lo que es: una contribución económica y cultural de una población cosmopolita que también pone su granito de arena en el experimento de la identidad de Bogotá.

 

 

*Juan Thomas Ordóñez *Profesor de Antropología, Universidad del Rosario.

 

 

 

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