Ciudadanas embarazadas

La metáfora escogida para darle textura visual al tema de las mujeres de las Farc es desacertada. La idea de un baby boom ha disparado todo tipo de reacciones contrarias al proceso de normalización de la vida de las guerrilleras y guerrilleros en tránsito a la paternidad.

Se oyen voces de indignación. Hay quienes argumentan que las Farc y el Gobierno no dieron la información con el número exacto de desmovilizados y de mujeres que requieren exámenes de control y cuidados médicos. Nos están mintiendo: esa es la tónica del reproche.

Otros no se explican cómo es posible que el Estado deba brindarle atención a las mujeres que requieren ayuda. Los hospitales militares, se le respondió con buena lógica militar a los humanitarios oficios del defensor del Pueblo, son para los militares. Que se busquen sus propios espacios. Que los tengan en el monte. Nos interesa el argumento moral de la defensa de los niños en sus filas, pero solo si está al servicio de la guerra política.

Los niños por venir que no vengan. Que de plano no se aprovechen de la buena voluntad de los colombianos: así es como se lee el baby boom.

Los medios nacionales e internacionales le hicieron el juego a la expresión, que en efecto es colorida. Se hace el amor y no la guerra: vale. Las fotos de mujeres embarazadas les devuelven la humanidad ahora que ingresan a la vida civil. Todo esto es posible, pero los opositores radicales, que siguen siendo muchos, leen el baby boom como una invasión. Una explosión de niños guerrilleros.

El problema de fondo por supuesto no es semántico, aunque las imágenes importan. Magnifican lo que debería ser una cuestión de acceso a la ciudadanía. Junto con la regularización de la vida familiar ya habrá espacios para discutir las historias de abortos obligatorios, de abusos y órdenes impartidas por comandantes muy machos que de cualquier forma tienen que contar la verdad.