Coca Colombia

Luis Carlos Vélez
18 de septiembre de 2017 - 02:00 a. m.

Donald Trump ve a Colombia bajo la lente de la droga. Para el millonario, nuestra nación es la reina internacional de la cocaína y representa un problema que se debe enfrentar. En sus meses de gobierno ha quedado claro que para el mandatario estadounidense no hay aguas tibias ni idealismo, y eso significa que en el caso de Colombia el tema a tratar no es otro que el narcotráfico.

Por eso causa mucha sorpresa que en nuestra nación haya tanto desconcierto por la manera en que el presidente estadounidense se refirió a nuestra nación. En Bogotá, sus palabras cayeron como agua fría y muchos aún preguntan si esa es la manera como EE. UU. debe tratar a su mejor aliado en la región. Indignación inútil. Tal y como se planteó desde el principio de este gobierno y se ahora repite, para Trump, Colombia es un narcopaís y ese será su único caballo de batalla para con nuestra nación. Desconocer la naturaleza simplista, sintetizada y transaccional del inquilino de la Casa Blanca es penosamente inocente y un inmenso error.

El problema de las drogas en Colombia, eclipsado en los últimos años por el proceso de paz con las Farc y los escándalos de corrupción, es el lunar que se niega a ser borrado de nuestra portada global y, lo peor, con el paso del tiempo crece y crece sin parar. Las estadísticas hablan por sí solas. Entre 2013 y 2016, los cultivos ilícitos se incrementaron en más un 100% y en las calles de EE.UU., donde el consumo ha aumentado más de 10%, nunca se había conseguido cocaína tan pura y barata.

El negocio del narcotráfico en Colombia es tan próspero que este incremento en actividad podría ser incluso mayor. Las autoridades nacionales registran a la fecha las mayores incautaciones en la historia, por lo que si toda la droga que se produce en Colombia entrara a EE.UU., sin ser atajada, la situación sería mucho peor.

Estados Unidos es consciente de que el problema de drogas no sólo es de Colombia; también señala a México y Venezuela como responsables. Pero hacer parte de ese triunvirato regional a los ojos de EE.UU. no es un problema menor. Para voltear la página en el tema del narcotráfico frente a EE.UU. hay que hacer lo de la reina: no solamente serlo sino también parecerlo. Para que no nos vean con ojos de traquetos, el país debe dar serios pasos para no serlo, y para ello deberá considerarse seriamente el regreso de las aspersiones aéreas, sometimiento a la justicia de los miembros de las Farc que incumplan los acuerdos, hallazgos importantes en las investigaciones que se hagan sobre la actividad narcotraficante de la guerrilla y mayores controles fronterizos con Venezuela, generoso e histórico corredor de droga colombiana.

En lugar de estar haciéndonos los indignados, es hora de ponernos a trabajar serios en el tema de la droga y no dejar que intereses mafiosos de la guerrilla se interpongan en el verdadero espíritu del proceso de paz. Si seguimos creyendo que Trump nos está cañando, la clavada gringa no se hará esperar, y seguramente nos la presentarán como que: “entre más amistad, más claridad”. Advertidos estamos. Si seguimos paralizados e indignados, la descertificación será el mejor de los males.

 

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