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Cocaína, doble moral e hipocresía mundial (II)

Daniel Emilio Rojas Castro
21 de julio de 2015 - 02:00 a. m.

HAY UNA DOBLE MORAL FRENTE A LA cocaína pues hay parcialidad en el tratamiento de quienes la producen y quienes la consumen.

Un buen ejemplo de ello es lo ocurrido durante el último mundial de fútbol, cuando la exembajadora de Unicef Nicolette Van Dam puso a circular una imagen manipulada en la que Falcao y James aspiraban el spray usado por los árbitros para establecer las barreras como si se tratara de una línea de cocaína. La polémica que suscitó el tuit giró en torno a un orgullo nacional herido, pero nada se dijo sobre la incoherencia que representó el hecho simple de que una joven holandesa ridiculizara y estigmatizara a dos jugadores con el consumo de drogas.

El gobierno holandés aceptó, después de muchos años, que las políticas represivas contra los consumidores de drogas tenían un bajo impacto y un alto costo. En Holanda se optó por una aproximación pragmática frente al consumo, ajena a los cuestionamientos morales y basada en la prevención. Entre la guerra contra las drogas y su legalización, la sociedad holandesa, por intermedio de sus instituciones y representantes, escogió “normalizar” el consumo de drogas. Ámsterdam, donde nació Van Dam, es el estandarte de esa política pública y una ciudad célebre por sus altos niveles de distribución y consumo de drogas. Además de controlar el consumo, la ciudad se lucra con el negocio. ¿Por qué lo que funciona para los holandeses no funciona para los colombianos? ¿Qué hace que una joven como Van Dam estigmatice a unos supuestos consumidores de cocaína de otras latitudes por un acto que es públicamente tolerado en su propio país?

Como lo dije ya, la carga recae en los productores y los consumidores se liberan olímpicamente de cualquier responsabilidad internacional. Lo que se aplica para unos, no se aplica para otros. Eso es doble moral.

Este episodio mediático hubiese podido convertirse en un cuestionamiento más amplio sobre las asimetrías y las desigualdades de la lucha mundial contra las drogas. Pero no fue así. Fue solo un lamento insulso que muestra bien la ausencia de viveza de la que tanto nos jactamos. Y lo fue porque los colombianos también tenemos una doble moral hacia la cocaína, no porque actuemos del mismo modo que los consumidores, sino porque el dinero que produjo el narcotráfico en nuestro país benefició a centenares de personas que despotricaban contra los narcotraficantes mientras financiaban cómodamente su vida con el dinero que estos les daban por debajo de la mesa. Pero esa es una historia diferente.

El nivel de muertes producidas por intoxicación con cocaína no ha dejado de aumentar entre los residentes holandeses desde el fin de los noventa (ver “The Netherlands drug situation 2013: report to the Emcdda”). A esto se suma que la producción de éxtasis en Holanda ha tenido un incremento vertiginoso en los últimos años: en el 2013 la policía holandesa desmanteló 42 laboratorios de producción de drogas sintéticas, una cifra significativa si se tiene en cuenta que en el 2011 se desmantelaron 29. Una encuesta reciente realizada por el gobierno holandés revela que el 2,5% de la población holandesa consume esta droga, mientras el promedio europeo es de 0,6% (ver el estudio realizado por el Centraal Bureau voor de Statistiek y el Instituto nacional de salud mental y adicción Trimbos, ambos organismos holandeses). Además de estar entre los grandes productores de drogas sintéticas, los holandeses encabezan la lista de consumidores de anfetaminas en Europa. ¿Puede semejante panorama liberarnos de nuestra responsabilidad en el tráfico internacional de drogas? No, sin duda. Pero al menos debería recordarnos que consumo y producción son dos caras de una misma moneda.

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