América Latina en la era Trump

Santiago Villa
07 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.

Las barreras entre Trump y América Latina favorecen el aumento de la presencia China en la región.

os gobernantes de la región contemplan alarmados la reencarnación naranja de Teodoro Roosevelt en la Casa Blanca, ya que Donald J. Trump pretende llevar un gran garrote entre sus manos pequeñas (aunque no siga el consejo de hablar suavemente). El presidente de México, el primer niño del jardín en ser elegido para recibir una paliza por parte del nuevo matón, quiso apaciguar al Gringo Maluco cuando ni siquiera era presidente, sino un esperpéntico candidato que lanzaba insultos a sus vecinos del sur. 
El sonoro zopetazo que le dio en la primera semana de su gobierno sentó el tono para las relaciones entre América Latina y Estados Unidos. El que dicta los términos unilateralmente es Trump. 

Los esperanzados explican su intransigencia como un montaje de negociador para abonar el terreno, ya que Trump pretende cambiar los términos del ALCA. La explicación, aunque posible, no disipa la cuestión de fondo. Para Trump y sus allegados, América Latina debe servir a los intereses de los Estados Unidos. Cuando no, debe ser aislada o sometida. 

Ni siquiera en la era de George W. Bush hubo un tono tan agrio. Si bien el gobierno Bush apoyó el fallido golpe de estado en Venezuela, su actitud hacia América Latina no era combativa. Desde su tibia participación en el golpe, Bush se mantuvo al margen de intervenciones arriesgadas. La izquierda latinoamericana incluso usó a Bush como muñeco de paja para presentarse como alternativa a la decadencia moral de Estados Unidos. Gracias a W., los incompetentes y corruptos líderes del ALBA se pudieron vender en un documental de Oliver Stone como los paladines que le devolvían la ética a la política. 

El sueño de expansión universal de la derecha descrito por Steve Bannon, el ideólogo de la era Trump, introduce una nueva variable en la ecuación. Si bien antes Estados Unidos estaba contento con apoyar a cualquier gobernante que no fuese de izquierda, Bannon tiene una clara preferencia por los líderes de ultraderecha (o de centro-derecha, como él dice ser, pues todo ultraderechista se llama a sí mismo de centro-derecha). En el caso de Colombia, eso quiere decir que Estados Unidos tendría una clara preferencia por Alejandro Ordóñez o por el candidato del Centro Democrático, durante las elecciones de 2018.

Volviendo al panorama regional, los intereses de Estados Unidos mutarán de un énfasis en temas de seguridad a los temas económicos. Antes de Trump, Estados Unidos usaba la zanahoria de los tratados de libre comercio, los programas de ayuda financiera y los beneficios arancelarios para lograr avances en sus intereses estratégicos: a decir, la lucha contra los carteles de droga y las guerrillas. Eso se acabó. El foco comercial cobra protagonismo. ¿Se respetaran los tratados actuales? ¿Qué programas de ayuda se van a recortar? ¿Qué medidas proteccionistas va a introducir Estados Unidos que afectarán a las economías latinoamericanas?

Estados Unidos, aunque es el principal socio comercial de la región, está alienando a América Latina con su liderazgo volátil. China, en cambio, no. Gracias a un totalitarismo meritocrático que tiene transiciones estables cada década, y a una política estatal sin giros bruscos, está preparada para ganar el terreno que pierda Estados Unidos. La embajada de México en Beijing es una de las más activas de América Latina en China. Es probable que durante los próximos años ese ritmo se acelere con todas las otras. En la próxima columna comentaré sobre estos acercamientos. 


Twitter: @santiagovillach

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